Ciudad Obregón.-El cine para reflejar la sociedad a veces nos da contrastes de blanco y negro, perdiéndose la escala de grises en donde se debe situar la verdadera realidad.
Creo que pocas películas retratan la crudeza propia de nuestro país sin recurrir a la exageración ya no digamos a ese sensacionalismo desatado después de Amores Perros, que dejó por herencia una serie de títulos tratando de remarcar las brechas sociales.
Ya no estoy aquí, película de 2019, disponible en Netflix y debutando entre las películas más vistas de la plataforma, llega de una corrida por festivales ganando hasta el momento en el Festival Internacional de Cine del Cairo por mejor película y mejor actor. Se perfila ya como la favorita para representar a México el próximo 2021 por el Oscar.
Desde que comenzó su promoción el año pasado, el tráiler prometía dar un muy particular vistazo a uno de esos tantos Méxicos que anidan en nuestro país. En Monterrey, Nuevo León, ha florecido la cultura Kolombia, donde la cumbia rebajada se escucha y se baila, donde la moda de colores brillantes contrasta con el escenario gris y oscuro de la colonia popular en la periferia de una de la ciudades más ricas de nuestro país. Es de remarcar una escena que inicia con una distante ciudad llena de luces frías, el movimiento de cámara se aleja hasta llegar precisamente a un Baile Sonidero, donde la calidez del baile, el color y la música marca las distancias.
En este contexto de lucha de clases, agrupaciones delictivas peleando la plaza, violencia y sobrevivencia, encontramos a Ulises, un joven adolescente como tantos que se ha forjado en las calles de su colonia, proveniente de un hogar conflictivo. El protagonista ha encontrado en sus amigos, una pandilla conocida como Los Terkos, una familia donde ocupa el rol de líder.
A raíz de una confusión entre pandillas rivales, Ulises se mira en la necesidad de abandonar el país, de migrar hacia Nueva York, donde irremediablemente las barreras del idioma, su carácter y la nostalgia no podrán ser contenidas y le llevarán a querer emprender su regreso. Sí, Ulises le hace honor en nombre y motivación al protagonista de La Odisea, añorando a La Chaparra como si fuera Penélope y combatiendo en el racismo y clasismo de estadounidenses y mexicanos emigrados a los cíclopes de la épica, pero contando también con la oportuna ayuda de Las Nereidas, encontrando en una de ellas la breve imagen de una madre y en otra la complicidad esporádica de una amiga.
La producción contó con actores no profesionales y logró así una veracidad y espontaneidad única. La fotografía de Damián García sin duda destaca, como lo ha hecho en su previo trabajo de series como Narcos (2019) o películas como Güeros (2014), sirve al propósito de contar la historia con estupendas imágenes y planos pero sin tomar protagonismo. Su director, Fernando Frías, ha comentado cómo el sincretismo, el sentido de pertenencia y la identidad enmarcan el guión de Ya no estoy aquí. Además él ya ha abordado temas similares en su proyecto de comedia para televisión en HBO, Los Espookys (2019).
La película se encuentra disponible en Netflix y es difícil saber si hubiera tenido el mismo éxito ante la audiencia de haber llegado directamente a las salas de cine, dado el manejo del cine mexicano en las cadenas de distribución. Sin duda el estreno en una plataforma con tantos suscritos le ha ayudado a tener el reconocimiento que merece, pues es una historia digna de verse por sentirse tan cercana y se repite sin duda en cada ciudad de nuestro país, incluso la nuestra.