Hoy en día, podemos afirmar sin lugar a dudas, que vivimos inmersos en una lucha constante entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte. Parece que cada vez es más fuerte la cultura de la muerte; y es que tiene que ver mucho las ‘modas’ que exhiben y proponen personas famosas e influyentes e incluidos políticos.
El mundo entero vive un ataque violento por parte de personas que promueven la civilización de la muerte.
Este tipo de cultura promueve una visión que considera la muerte de los seres humanos con cierto favor y con ciertas actitudes y comportamientos, instituciones y leyes que la favorecen y la provocan. Pero esto es muy serio, porque se genera una pérdida de conciencia y valores morales y cristianos. Además del valor inviolable de la vida, convirtiéndose en su dueño absoluto.
Y con esto se lleva a la pérdida del amor y respeto por todo ser humano, que siendo hijo de Dios le quitamos aquello que solo Él tiene derecho.
Un signo característico de la cultura de la muerte, es esa mentira que quieren hacernos creer que somos libres para decidir qué hacemos con ‘nuestra’ vida y con la de otros. Como siempre... caen los más débiles.
Eutanasia, aborto, inseminación artificial, suicido asistido... ¡violencia que se paga con violencia! No se dice que la muerte es un bien, pero quieren que aceptemos que cada uno tiene total libertad de recurrir a ella cuando y como lo crea conveniente.
Se realizan y aceptan prácticas denigrantes que atentan contra la vida humana en aras de una supuesta ‘libertad individual’ y no solo pretenden que esto sea algo impune, sino incluso luchan por fomentar la autorización por parte del Estado, con la finalidad de poder practicarlas con absoluta libertad.
Es preocupante esta disponibilidad de la vida por parte del individuo con esa ‘libertad y derecho’ a optar por ella para sí mismo o en relación con los otros y poder eliminarla si esto pareciera conveniente. Así aunque se teme a la muerte, esta se lleva a cabo muchas veces, como una ‘solución’ aceptable ante ciertos problemas.
No deja de sorprendernos que haya personas que puedan defender esta ‘cultura’. Sin embargo, tales personas existen. Por eso la Iglesia resulta ser una denuncia profética de una situación grave e injusta que nace de quienes promueven la mentalidad antivida.
Persona ‘cristianas’, creyentes, que van a misa, que comulgan, que hacen sus ‘obras buenas’ pero que apoyan la abominación más grande a los ojos de Dios que es el aborto. De hecho votan por políticos a favor de esto y los apoyan cuando aquí en México esos personajes están luchando para que sea impuesto en todo el país. Al parecer sin importarles que serán cómplices por cada niño abortado al dar ‘fruto’ con su apoyo.
Entonces debemos reconocer la verdad respecto a toda esta cultura. Reconocer la verdad del aborto que está en contraposición de la vida. Negarlo es un acto de deshonestidad, es un abuso disfrazado con la excusa de que se tiene derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y que nadie más tiene culpa de la decisión de una mujer que decide practicárselo.
En el fondo, es un plan inspirado y dirigido por Satanás: una vez que los hombres se hayan corrompido y vaciado de todos los valores será fácil para el ‘padre de la mentira’ tener a todos bajo su control.
El hombre moderno se erige a sí mismo como centro y medida de todas las cosas, apartando a Dios y colocándose en su lugar. Pero el problema es que, nos pongamos como nos pongamos, ¡no somos Dios! El Hombre intenta serlo, trata de orientarse por sus propias luces y deseos y... ¡lo ha estropeado todo! Las cosas están mal, no hemos eliminado la violencia, ni las guerras, ni el hambre, ni la injusticia, ¡ni nada! ¡Hemos ‘metido la pata’ hasta el fondo!
No somos Dios, evidentemente. Pero somos criaturas hechas a su imagen y semejanza. Dios es amor y nos ha creado por amor y para el amor. Ese es nuestro diseño original y nuestra razón de ser. Toda persona, ya sea atea, creyente o agnóstica, hasta la más pervertida, lleva impreso en su ser que no puede vivir sin amor y sin amar. De lo contrario solo queda el insoportable absurdo de la soledad absoluta, que es el infierno.
Para la Iglesia Católica, los abortos son parte de la cultura de la muerte que amenaza a la familia, por lo que exhorta a todas las familias, a todas las personas a rechazarlo porque Dios mismo lo rechaza. La Iglesia resalta que una sociedad que destruye a sus familias ‘está condenada a destruirse a sí misma’. ‘La familia es la promesa de la vida, no la promesa de la muerte’.
Los católicos estamos ya cansados de esta avalancha mundial que va en contra de nuestros valores y de nuestras familias. Ya no debemos seguir pasivos viendo cómo se destruye lo más propio que tenemos. Cuando Dios dijo en El quinto mandamiento: "No matarás" lo dijo muy en serio y lo dijo para cumplirse siempre... hasta el fin del mundo y sin ninguna excepción. Toda persona para aceptar esto tiene que estar muy convencida de ser un verdadero cristiano en todos los aspectos y de tener en su ser valores de respeto, obediencia y amor para cumplirlos siempre y en toda circunstancia. Por lo mismo, la ‘cultura de la muerte’ no es verdadera cultura, sino anticultura, pues solo hay verdadera cultura donde hay humanización, donde hay amor y respeto a todos los hombres y a cada hombre y aún más a los no nacidos... donde existe la posibilidad de la convivencia del prójimo: El de la vida de cada uno de nosotros.
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