OPINIÓN

Necesaria una prensa cercana al pueblo, alejada del poder

La Tertulia Polaca

Aaron Tapia, colaborador.
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Es muy difícil no coincidir con el Presidente López Obrador cuando dice que es necesaria una prensa cercana al pueblo y alejada del poder, pero no comparto que en ocasiones deposite en el mismo saco a toda la prensa y mucho menos en que todos los “buenos” periodistas estén obligados a tomar partido por su proyecto, porque según el presidente, los mejores periodistas que ha habido en la historia de México (una subjetividad), todos han tomado partido y apoyado las transformaciones y cita a Francisco Zarco, un destacado periodista, político y escritor liberal en los tiempos de la Reforma y a los Hermanos Flores Magón, periodistas y políticos antiporfiristas que apoyaron el levantamiento antirreeleccionista de Francisco I. Madero para derrocar la dictadura porfirista, sin embargo, aunque Jesús si estuvo comprometido con el proyecto de Madero e incluso colaboró en su gobierno, sus hermanos Ricardo y Enrique, fueron acérrimos críticos del gobierno provisional de Madero (uno de los tres presidentes más admirados por AMLO).

Esto es una sencilla muestra histórica de que en los ánimos de una sociedad por regenerar y transformar una nación no existe una visión monolítica, sino, un mosaico de pluralidades respecto a los formas de llevar acabo la ejecución de un proyecto de transformación y que son necesarios para crear los sanos contrapesos democráticos y sobretodo cuando son del lado del periodismo, porque aunque es válido tomar abiertamente partido por algún proyecto político desde la trinchera del periodismo, también lo más objetivo y honesto, es que, como lo pronunció en alguna mañanera Arturo Rodríguez, reportero de Proceso, “no es papel de los medios portarse bien con alguien”.

No obstante, creo que tendría que imperar la ecuanimidad para no caer en el dramatismo de acusar a López Obrador de autoritario y censurador de la libertad de expresión. Se podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con estas opiniones del Presidente, pero, sin duda tiene todo el derecho de expresarla. El poner mayor énfasis de lo que el mandatario dice y menos atención a lo que hace, es erróneo y se puede caer en la ociosidad de la esterilidad analítica. Estas declaraciones serían preocupantes ante un escenario de represión a los medios y que no hubiera un contexto de libertad de expresión y es evidente que no existe una atmósfera de control sobre los medios de comunicación, por parte del gobierno federal.

El que un periodista pueda cuestionar directamente y debatir con total libertad con el presidente en una rueda de prensa, cómo lo ha hecho en varias ocasiones la sonorense Reyna Haydé Ramírez, son de los grandes avances democráticos que debemos reconocerle al actual gobierno, porque es asumir el papel de un verdadero servidor público expuesto diariamente al cuestionamiento y escrutinio de cualquier periodista que asista a sus conferencias matutinas, algo impensable en los anteriores sexenios y que aún sigue estando a distancia de años luz en los gobiernos estatales y municipales.

Siempre me he inclinado por defender el punto de que a los servidores públicos de cualquier rango y al político en general no se les puede excluir de ese derecho humano inalienable que es la libertad de expresión, sobretodo en su legítimo derecho de cuestionar al poder mediático cuando considere que la nota u opinión carece de argumentos válidos. Pero, por lo menos en nuestro país, cuando el poder mediático cuestiona al poder político, es libertad de prensa y libertad de expresión, pero, cuando el poder político cuestiona al poder mediático es un atentado a la libertad de expresión.

Considero que esa sentencia sin matices es aberrante.  Porque escudándose en ese aforismo gran parte del poder mediático cuando les ha sido conveniente a sus intereses, se han excedido y han convertido la libertad de expresión en libertad de presión y una democracia mediatizada a tal grado que parecería que han remplazado al estado de derecho por el estado de opinión, se ha juzgado en los titulares, en los noticieros o programas de opinión, no en los tribunales y eso es contradictorio a la democracia y socava el estado de derecho, donde también el ciudadano común queda en una posición de justicia precaria.

Cuando se acusa de hostigamiento por parte del Presidente al periódico Reforma, por la posición de un supuesto poder presidencial infinitamente mayor al de este medio de comunicación, considero que es un verdadero exceso esa acusación, porque no es tan asimétrica la relación de poder del mandatario con Reforma, porque detrás de bambalinas es un enfrentamiento de tu a tu con el poder económico que está detrás de este periódico y sería muy interesante y un acto valeroso de honestidad qué Grupo Reforma, que así como exige la debida transparencia del gobierno federal, también ellos transparentarán que fuerzas empresariales están detrás de Reforma, porque es difícil creer que solo los propietarios (la familia Junco) es la única fuente de financiamiento.

Más allá de toda esta discusión, en mi juicio personal, pienso que nos estamos deteniendo en el árbol sin adentrarnos al bosque, la discusión obligada sobre el periodismo en este actual contexto social, debería ser la exigencia de parar la violencia y precariedad que se ejerce contra el periodismo y sus periodistas en los estados, México es el país más peligroso para ejercer esta profesión.

Para formar ciudadanos con capacidad crítica que nos haga capaces de discernir la necesidad de reivindicar nuestros derechos, es necesario empezar a gestar una sociedad donde los ciudadanos controlen al poder y no el poder a los ciudadanos y eso jamás se podrá lograr si no existe una prensa cercana al pueblo, alejada del poder, y le corresponde a los gobiernos de los tres niveles garantizar las condiciones para ejercer un periodismo libre y sin amedrentamiento que le permita informar más sobre las necesidades e intereses de los “sin voz”.