OPINIÓN

Mi perro Toby tuvo una muerte más digna que Jesús

La Tertulia Polaca

Aarón Tapia, colaborador.
Por
Escrito en OPINIÓN el

El Toby era un Pastor Alemán, mi muy querida mascota, considerado como parte de mi familia (como ocurre en muchas otras familias con sus mascotas). Feneció hace dos años, a la edad de los 12 años (en un perro representa la tercera edad) a causa de una deficiencia renal. Ya sin la menor esperanza de recuperarse y solo esperar su muerte, tome la decisión en el hospital veterinario de que se le aplicara la inyección letal que contiene un exceso de anestesia que produce un sueño inducido en el que el animal tiene pérdida de conciencia y por lo tanto de sufrimiento y acelera su muerte anulando todo tipo de dolor.

El pasado viernes 17 del mes en curso en la capital de Sonora, Jesús de 60 años que vivía solo y era originario de Yavaros murió tendido en una banqueta frente al Instituto Tecnológico de Hermosillo (ITH), por ser desatendido luego de estar ahí tirado durante 4 horas. Jesús clamaba por ayuda de manera dramática ante su dificultad para respirar. Aparentemente estaba contagiado de Covid-19.

Al lugar donde se encontraba esta persona agonizante, llegó una patrulla de la policía municipal desde la cual los agentes municipales dialogaron con él por medio de un altavoz, pero no le brindaron ningún tipo de auxilio y una hora más tarde arribó una ambulancia atendiendo a un llamado de la línea de emergencia 911, pero los paramédicos no lo subieron a la ambulancia argumentando que los hospitales Covid-19 se encontraban saturados.

Jesús carecía de dinero y de las credenciales que lo acreditaran como miembro de algún servicio médico o de los contactos influyentes requeridos socialmente; requisitos indispensables para ser considerado un ser humano por los paramédicos de la ambulancia, policías, políticos y sociedad en general. Aparentemente las camas en hospitales Covid -19, todas están ocupadas y los servicios de urgencia saturados. Una situación actual del sector salud en Sonora que exhibe la manera tan grotesca de como ha venido siendo desmantelado debido a la indolencia, ineptitud y corrupción, por lo menos del actual y el anterior Gobierno del Estado y en sintonía con los Gobiernos Federales.

Pero el hecho de que alguien muera tirado en una banqueta tras 4 horas de agonía y suplicando auxilio sin recibirlo me hace pensar que se trata más de un caso de deshumanización e indiferencia que de falta de recursos y la falta de capacidad y honestidad de nuestros gobernantes.

Puedo entender, aunque no justificar, que personas como Jesús no sean “alguien” para el sistema de salud. Las instituciones cosifican a los seres humanos y los convierten en casos, estadísticas, objetos sometidos a normas. Lo que me cuesta trabajo digerir es la actitud de los paramédicos, policías y algunos transeúntes que vieron una vida diluirse hora tras hora ante sus ojos con su indiferencia brutal.

Que Jesús no sea “alguien” para el sistema de salud sonorense ya es lamentable. Pero que no sea ser humano para otras personas, revela que algo anda mal en nuestro sistema de valores y en el diluido tejido social que construye nuestra convivencia.

Tampoco es que se trate de linchar a paramédicos y policías.  En realidad todos somos en cierta medida responsables. ¿Qué habríamos hecho usted y yo si trabajáramos como paramédicos o policías y nos hubiese tocado atender a Jesús o si hubiésemos sido alguno de los transeúntes y hubiésemos pasado en algún momento de esas cuatro horas frente al cuerpo de Jesús tirado en el concreto? ¿Cuántas veces hemos pasado de largo ante cuerpos de indigentes a los que no les damos más atención de la que prestaríamos a un poste? o peor aún, los asumimos como una desagradable decoración en la escenografía urbana.

El egoísmo deshumanizado en el que transcurren nuestras vidas se alimenta de muchas fuentes: el consumismo, el éxito concebido como la capacidad de acumulación material “indispensable para la felicidad”, la confusión entre ser y tener, el clasismo, el atrincheramiento en nuestros propios círculos y el desdén por todo lo que entrañe el sentido comunitario. En suma, todo esto se nos da por la incapacidad de solidarizarnos o conmovernos por todo aquello que no sea nosotros mismos o aquellos a los que consideramos “alguien”, lo cual provocó en estos paramédicos bloquear la idea compasiva de que si Jesús no iba a poder ser atendido en un hospital para salvarle la vida, por lo menos brindarle una muerte mucho más digna abordo de la ambulancia, una unidad creada para socorrer vidas humanas y con la conmiseración de hacerle sentir que es “alguien” y que solidariamente se hizo hasta lo imposible para tratar de salvarle la vida, porque jamás hubiese sido opción abandonarlo tirado en una banqueta de concreto con una temperatura a poco más de 40 grados centígrados esperando que llegará su último intento de respiración.

Desde el viernes no deja de recorrer por mi mente que mi amado Toby, tuvo una muerte infinitamente más digna y apacible que Jesús y que si se me volviera a presentar una situación similar con nuestra nueva mascota integrante de mi familia, volvería a tomar esa misma decisión para evitarle lo más posible cualquier tipo de dolor, pero al mismo tiempo me indigna y me genera gran impotencia que en pleno siglo XXI en un país donde a nuestros gobernantes se les llena la boca prometiendo ese concepto engañoso llamado modernidad, sin por lo menos haber solucionado problemas tan anacrónicos como que seres de nuestra misma especie no alcancen una muerte ni siquiera digna a la de un animal acogido paradójicamente por seres humanos. Porque vivimos en una sociedad donde ser más “alguien” que una mascota no basta con solo ser humano.