OPINIÓN

Los gobernadores, otra vez

Bulmaro Pacheco, columnista.
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Entre 1929 y 1989 y con los cambios del PNR-PRM-PRI, los gobernadores fueron de un solo partido político. El jefe supremo de ellos era el presidente de la República, que también fue del PRI entre 1929 y el año 2000.

La relación política entre los gobernadores y el presidente estaba sujeta a la voluntad de este y los errores y aciertos políticos de los gobernadores.

Entre 1929 y el año 2000, 88 gobernadores no terminaron sus periodos por desavenencias con el Gobierno Federal o por excesos en sus entidades: Se les obligaba a pedir licencia o se les daban otros encargos para quitarlos del poder. De 1975 a la fecha, ya no se aplicó la ofensiva desaparición de poderes, como en Guerrero e Hidalgo aquel año.

Con la victoria del PAN en Baja California en 1989 y en Chihuahua en 1992, se fue desgranando la mazorca de gobernadores del PRI y, a la fecha, solo cinco entidades (México, Coahuila, Colima, Campeche e Hidalgo) no han experimentado la alternancia en los gobiernos estatales.

Conflictos políticos fuertes se empezaron a experimentar en los procesos electorales para gobernador, como el de Nayarit en 1975, cuando a cambio de reconocer el triunfo de la PRI (Rogelio Flores Curiel contra Alejandro Gascón Mercado) en la elección de gobernador le fue adjudicada una senaduría por Oaxaca al dirigente nacional del PPS Jorge Cruickshank, bajando de la candidatura a Pedro Vásquez Colmenares del PRI.

Elecciones complicadas también se dieron en Chihuahua en 1986 con Francisco Barrio, en Guanajuato en 1991, cuando se creó una gubernatura interina para el PAN a la renuncia del ganador Ramón Aguirre Velásquez; en San Luis Potosí, cuando se desconoció al electo Fausto Zapata, y en Michoacán cuando no se reconoció la victoria del priísta exalcalde de La Piedad, Eduardo Villaseñor gobernador de 21 días.

Las llamadas “concertacesiones” (reconocer triunfos a las oposiciones por presiones) se pusieron de moda ante la ausencia de instituciones o tribunales de justicia electoral que dirimieran el conflicto post electoral en las entidades federativas y en los municipios.

Estos conflictos fueron disminuyendo gradualmente con la creación del Tepjf en 1996, y a partir de ahí se ha registrado tres anulaciones de elecciones de gobernador, casi 100 de ayuntamientos y algunas de dirigencias partidistas en procesos internos cuestionados.

En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari el PRI perdió Baja California, Chihuahua y Guanajuato. Con Ernesto Zedillo el PRI perdió en Jalisco, Baja California, Aguascalientes, Baja California Sur, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Tlaxcala, Zacatecas y recuperó Chihuahua.

Ernesto Zedillo promovió la elección de gobernante en la Ciudad de México y desde 1997 la ciudad ha sido gobernada por el PRD y Morena.

Enrique Peña Nieto inició su sexenio con 19 gobernadores del PRI. Al final en 2018 solo había 12 del PRI y 11 del PAN. En su sexenio de eligió al primer gobernador independiente de la época moderna.

¿Cambió la relación de los gobernadores con el presidente de la República al llegar Vicente Fox del PAN en el 2000?

Sí. Se relajó la relación de los gobernadores con el presidente. Los gobernadores —20 del PRI y el resto del PAN y el PRD— se apertrecharon en sus estados. La mayoría —sin presidente que los supervisara— buscaron heredar el cargo a sucesores escogidos por ellos y con eso se incrementó el transfuguismo político y la pluralidad en los estados. Los gobernadores promovieron en 2002 la formación de la Conferencia Nacional de gobernadores, (Conago), para plantear colectivamente sus preocupaciones. Fox se replegó y los utilizó porque no tuvo mayoría en el Congreso.

¿Y con Felipe Calderón, cómo le fue a los gobernadores?

Calderón desde el principio trató de ganar estados para el PAN fomentando disidentes del PRI y alianzas con el PRD en algunas entidades. Así convenció a disidentes en Sinaloa, Oaxaca y Puebla, por ejemplo.

Empezó a supervisar a los gobernadores nombrando personalmente y sin consultarlos a los delegados federales, les regateó los recursos federales, dependiendo de su empatía o su rechazo. Calderón utilizó a los gobernadores tanto para instrumentar su complicada toma de posesión, como para las reformas jurídicas que impulsó. En su sexenio fueron asesinados el candidato del PRI al Gobierno de Tamaulipas Rodolfo Torre Cantú, el exgobernador de Colima Silverio Cavazos. Y sus funcionarios se jactaban de haber tirado a Moreira de Coahuila.

¿Y con Enrique Peña Nieto?

En su sexenio el PRI perdió en 12 estados y recuperó algunos como Sonora, Sinaloa y Guerrero. Sus crisis políticas fuertes ocurrieron el los procesos electorales de 2016 y 2018. En su Gobierno promovió importantes reformas estructurales para la economía, pero en lo político dejó intactas las estructuras caciquiles que le acarrearon el desprestigio y la fama de corrupción. En su sexenio el PRI vivió una de las crisis más agudas por la corrupción denunciada en los estados en caso muy explotados por las oposiciones en Veracruz, Chihuahua, y Nayarit, entre otros.

¿Y con el presidente López Obrador?

Con la victoria de López Obrador aparece Morena en elecciones estatales: Le gana al PRD la Ciudad de México y triunfa en Chiapas, Tabasco, Puebla, Baja California, Veracruz y Morelos (PES-M).

El presidente trae muy arraigada la imagen de que todos los gobernadores son “corruptos” y muchos de ellos opuestos, primero a su candidatura presidencial y después a su programa de Gobierno.

En los primeros seis meses de su gestión se promovieron abucheos a los gobernadores de oposición, y se buscó equilibrar la representación federal en las entidades a través de los llamados “superdelegados”.

El presidente anunció el traslado de secretarías y organismos descentralizados a la provincia y dejó sin representación estatal más del 80% de las dependencias federales, fortaleciendo la centralización de la Administración Pública Federal.

Once gobernadores se empezaron a organizar en la llamada “Alianza Federalista” compuesta por gobernadores del PAN, PRI, PRD e independiente para quejarse públicamente del maltrato de la Federación hacia ellos en materia sanitaria y financiera. Han expuesto también que se requiere una nueva Convención Nacional Fiscal como las de 1925,1933,1947 y 2004.

Al no haber suficientes representantes en los estados, el Gobierno Federal ha reconcentrado funciones y le han fallado tanto la interlocución y el oficio político como de conciliación con la mayoría de los gobernadores.

El presidente pocas veces los toma en serio y cualquier observación y crítica que le hacen a su Gobierno, él se la adjudica al próximo proceso electoral. “Se quejan por grilla política, y porque ya vienen las elecciones del 2021”, ha dicho y eso dista mucho de ser verdad. Por primera vez en la historia a los gobernadores estatales se les ha hecho menos y ninguneado desde la actitud servil en la Conago a principios del sexenio del exgobernador de Chiapas del Verde Ecologista.

La crisis del ejecutivo con los gobernadores no es jurídica ni financiera, es política. La realidad es que los gobernadores de los estados ya no son lo que fueron y no es por “la grilla” o porque ya vengan las elecciones.

Es porque entre otras, no cuentan con la fuerza suficiente en el Congreso de la Unión, no tienen a su favor a los representantes federales en los estados, reciben muy pocos recursos financieros de la Federación, no los recibe en audiencia privada el presidente de la República y no son consultados para los proyectos del Gobierno Federal. Por eso las tensiones, por eso los conflictos, y ya viene la próxima elección donde quince gubernaturas estarán en juego. A esos tampoco los dejarán en paz. Seguro.

bulmarop@gmail.com