OPINIÓN

AMLO vs. Calderón: ¿Quién gana?

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El 15 de septiembre de 1942, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho — ante las presiones externas para declararle la guerra a las llamadas potencias del Eje: Alemania, Japón e Italia (le habían hundido a México dos barcos petroleros)— convocó a los expresidentes de México para un acto llamado de “Unidad Nacional”. Un evento importante por la circunstancia internacional y por México. En el evento estuvieron presentes Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. Testigos interesados de entonces señalaron que Calles y Cárdenas ni siquiera se saludaron —se ignoraron ambos—, a pesar de que el presidente Ávila Camacho los ubicó a su lado. Al terminar el evento, el presidente quiso juntarlos para el abrazo, pero ambos se dieron la media vuelta y se despidieron. Nunca volvieron a verse.

Calles fue obligado a dejar el país en 1936 por instrucciones de Cárdenas y pasó en San Diego, California, el obligado exilio, que duró un poco más del sexenio. Regresó a principios de 1941 a la Ciudad de México. Ambos murieron —ironías de la historia— un 19 de octubre pero con 25 años de diferencia (Calles en 1945 y Cárdenas en 1970) y los restos de ambos, por disposición oficial y con el visto bueno de sus familiares, fueron ubicados en el Monumento a la Revolución. Las familias de ambos personajes quisieron evitar desde el principio que se hiciera un homenaje único para ambos el 19 de octubre. Este solo se hizo así en un una ocasión (1971) y a partir de 1972 se realizan dos ceremonias: por la mañana y por la tarde.

Miguel Alemán mandó señales en su sexenio de que quería unos años más en la Presidencia (“una corriente de opinión en el sentido de que se prolongue el periodo del presidente Alemán en caso de guerra, para evitar con ello la agitación política por la sucesión presidencial”) Le dijo a manera de consulta Ramón Beteta a Cárdenas, que manifestó su rechazo a ese intento y la cosa no pasó a mayores. También debió frenar Alemán las ambiciones políticas de Fernando Casas Alemán, que desde la regencia del DF aspiraba a la Presidencia.

El presidente Ruiz Cortines denunció desde un principio las irregularidades en el gasto público durante el Gobierno de Miguel Alemán y las cosas no pasaron a mayores. Ratificó en su empleo de visitador general de Consulados al expresidente Adolfo de la Huerta, que moriría en su sexenio (1955).

El presidente López Mateos amplió la participación de los expresidentes de México en tareas de administración pública —“a cambio de que cierren filas en torno suyo y diriman secretamente sus rivalidades políticas” (Bertha Lerner)—. Designó a Miguel Alemán como presidente del Consejo Nacional de Turismo, a Cárdenas vocal ejecutivo de la Comisión Nacional del Río Balsas, a Emilio Portes Gil en la Comisión Nacional de Seguros, a Pascual Ortiz Rubio como representante del gobierno en el Patronato de la Asociación Nacional de Ingenieros y Arquitectos de México, a Abelardo Rodríguez como presidente del Consejo Consultivo de Pesca, y a Ruiz Cortinas como delegado fiduciario de Nacional Financiera. Una buena lección de política. Díaz Ordaz continuó la estrategia y designó a Adolfo López Mateos al frente del Comité Olímpico Mexicano (COM); José López Portillo nombró a Gustavo Díaz Ordaz como embajador en España y a Luis Echeverría como embajador ante la Unesco; y Ernesto Zedillo designó a Miguel de la Madrid como director del Fondo de Cultura Económica. Hasta ahí. Carlos Salinas Buscó al final de su periodo la presidencia de la Organización Mundial de Comercio. El y Ernesto Zedillo como expresidentes optaron por tareas académicas en el extranjero, Vicente Fox por el llamado Centro Fox en su rancho y Felipe Calderón por trabajos ambientales, su fundación y la creación de un nuevo partido político.

De Enrique Peña Nieto solo se tienen noticias de que reside en España. La historia registra que hasta ahora, Luis Echeverría ha sido el único expresidente de México procesado por un probable delito. Fue en el sexenio de Vicente Fox, por su presunta responsabilidad en los acontecimientos violentos de 1968. A los 98 años vive con discreción en su casa en la CDMX No ha sido costumbre política en México estar al tanto de los intercambios verbales entre el presidente en turno y sus antecesores —cuando menos no hasta ahora—. Hoy vemos con frecuencia los enfrentamientos en los medios de comunicación entre Andrés Manuel López Obrador y el expresidente Felipe Calderón. El presidente López Obrador trae entre ceja y ceja al expresidente desde julio del 2006, cuando menos. Lo ha acusado de todo, y destacando que le “robó la elección presidencial del 2006” o que durante su Gobierno “México fue un narco estado”.

Calderón no ha dejado pasar un solo ataque y ha contestado puntualmente y con argumentos todas las acusaciones en su contra. La rivalidad tiene otros ingredientes: Los dos fueron dirigentes nacionales de sus partidos (PRD y PAN) entre 1996 y 1999, y les fue bien en la cosecha de triunfos. Los dos fueron candidatos a gobernadores y perdieron (AMLO en Tabasco, Calderón en Michoacán) y ambos tuvieron cargos administrativos y políticos antes de ser presidentes.

Los dos han sido disidentes e sus partidos de origen. López Obrador ha estado en el PRI, PRD y Morena. Calderón en el PAN y ahora en México Libre. López Obrador tiene el poder y los recursos del Gobierno. Calderón ha mostrado músculo político y audacia en su enfrentamiento político. Es atractivo para los medios de comunicación y tiene obra escrita. Ambos saben que en México, el poder de los presidentes suele ser muy grande mientras dura su sexenio. Al salir sin ningún poder, solo les queda el juicio de la historia, y que solo Lázaro Cárdenas trascendió a su periodo de Gobierno y siguió ejerciendo influencia política y moral hasta su muerte. En sus apuntes (p.216), Cárdenas dice que Adolfo López Mateos “le ofreció la dirigencia nacional del PRI en 1960”. Declinó. ¿Qué va a pasar con las rencillas actuales? ¿Adónde terminará el pleito entre el presidente y Calderón?, ¿Incluirá López Obrador a Peña Nieto entre los futuros enjuiciados?, ¿Llegará México a tener un expresidente en la cárcel como ya ha ocurrido en Brasil, Paraguay, Perú, entre otros?

Nadie puede contestar todas las preguntas con certeza, pero la realidad sugiere que desde el Gobierno seguirán agitando las aguas del enfrentamiento político con los expresidentes mientras les reditúe dividendos políticos al gobierno y a su partido, para la elección del 2021. Los aliados radicales de AMLO —que no son pocos—, le atizan al conflicto y promueven el ajuste de cuentas con el pasado. Piensan que todavía se la deben a su jefe e inspiración por no habérsele permitido llegar a la Presidencia en 2006 o el 2012. Los casos de los ex presidentes les han dado material suficiente para armar y desarrollar las bases teóricas de sus proyectos sobre el cambio y la autollamada cuarta transformación, aunque hacia afuera esos hechos se vean más como revanchismo; una serie de venganzas y un uso político de la justicia mas que una real lucha contra la corrupción. Con los acusados de la 4T nada, Con Rosario Robles una fórmula, Con Lozoya otra, y con los expresidentes otra más. Así estaremos hasta el próximo 6 de junio del 2021, plazo fatal para Morena y el Gobierno. También para los señalados de hoy. Veremos. bulmarop@gmail.com