OPINIÓN

El hampa del periodismo

La Tertulia Polaca

Aarón Tapia, columnista.Aarón Tapia, columnistaCréditos: Tribuna
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Aunque mi particular postura, es la del rechazo total de cualquier tipo de convenio con cualquiera de los poderes públicos, dado que, las condiciones regulatorias para estos convenios, impera la discrecionalidad sin los mecanismos pertinentes y necesarios para regular el reparto de los recursos de manera equitativa y transparente en los medios de comunicación, lo cual, ha arrojado resultados muy visibles de lo servil que ha sido gran parte del periodismo y los medios de comunicación con dichos poderes, en perjuicio de nuestra sociedad con aspiraciones ansiosas por una real y efectiva democracia.

Pero más allá de mi posición personal, los convenios publicitarios con el poder público, ni son delictivos ni son corruptos ni ilegítimos, per se. El gestionar y obtener recursos para los medios de comunicación mediante estos convenios, es tan legal y en algunos casos hasta legítimos, que, el Congreso autoriza partidas presupuestales para ese ejercicio y el Poder Ejecutivo los aplica. Eso no tiene vuelta de hoja.

El gran problema es cuando la firma de estos convenios está ligada a la perversa y añeja máxima del; “No te pago para que me pegues” y el medio de comunicación o periodista se somete gozoso a los factores de poder dominante por la remuneración económica de tal sometimiento. En el mundo lo que más abunda es el agua y la información y en ambos casos la mayor parte se encuentra congelada, contaminada y no es potable, es decir, son inútiles. Así es como el común denominador del periodismo sonorense se muestra en su relación que este tiene con su empresa de comunicación.

En Sonora la libertad de expresión está sujeta a los intereses de los propietarios y directivos del medio de comunicación y sin la voluntad de estos, no hay tal libertad.

La gran mayoría de los grandes medios solo se basan en un modelo de negocio, no importa la ética de responsabilidad social y de esta manera al ciudadano se le cercena ese derecho constitucional que emana de los artículos sexto y séptimo que es el derecho del acceso a la información. Los medios de comunicación son demasiado uniformes, demasiado repetitivos y acartonados, se han entregado en exceso a la información inocua frente a los vicios del servicio público, a las declaraciones oficiales y oficiosas, a los reportajes superficiales y a las filtraciones sin corroboración. Cada vez más, van abandonando el periodismo de investigación. Y este hecho, unido a las presiones que los medios de comunicación sufren, ha dañado severamente la imagen del periodismo. A todo ello hay que sumar el afán de lucro, el “vale todo” (incluyendo el silencio) de que hacen práctica algunos medios de comunicación con tal de lograr ingresos. Todo esto, a mediano y largo plazo, termina dañando, como hemos podido apreciar por muchas décadas, a la responsabilidad social y cívica del periodismo.

La teoría de la responsabilidad social tiene ya décadas de antigüedad desde que apareciera en los Estados Unidos (medio siglo de antigüedad aproximadamente). Más reciente es la teoría del periodismo cívico que, en esencia, consiste en acercar la información a la realidad ciudadana, pero desgraciadamente en la gran mayoría del periodismo sonorense, solo se simula esa responsabilidad social y cívica. Hace más de un año, cuando el presidente llamó a una parte del gremio periodístico, “hampa del periodismo”, desató la indignación de una buena parte de este gremio, pero, en términos muy generales y en segmentos muy identificados, vaya que si es un hampa.

El hampa es el conjunto de maleantes que tejen alianzas y métodos, para practicar actos ilegales. Maleante deviene de malear y lo maleado es aquello que está echado a perder, que ya no sirve y este sistema periodístico como el que, hasta hoy ha prevalecido, está maleado, tiene maleantes que forman un hampa, que venden sus plumas, voces o silencio en beneficio y/o detrimento de alguien y hasta unen esfuerzos para fraguar complots contra colegas que les incomoda su trabajo honesto y con verdadera libertad de expresión, porque de alguna u otra manera exhibe sus propias carencias y falta de honestidad periodística. Porque han vivido en un permanente concubinato y apego presupuestal con el dinero público y en donde la noticia la vuelven mercancía que distorsiona la realidad y como toda mercancía se vende, se compra su envoltura, se puede comprar al medio y al vocero o escribano que la propaga, asistiendo al pie de la letra la regla de oro del mercado libre: todo se puede comprar y vender. Muy alejado del concepto periodístico de George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”.

Hay que reconocer que si existen medios de comunicación y periodistas (pocos, pero los hay), que son verdaderamente independientes y que hacen un trabajo encomiable, se esfuerzan día a día por dignificar el periodismo y que en estos momentos de cambios tecnológicos e irrupción del internet en el periodismo, representan una oportunidad y esperanza de transformación periodística desde la trinchera de la libertad de expresión, pero, sine qua none deben de ser apoyados por la ciudadanía en un grado sinérgico, porque como ciudadanos no hemos sabido organizarnos para defender y reclamar el derecho a la información de calidad que es la base de una democracia sana.

Es fundamental la responsabilidad ética y social del periodismo para que suministre información real y nutritiva que abone a la formación de ciudadanos con capacidad crítica que nos haga capaces de discernir la necesidad de reivindicar nuestros derechos de las audiencias, de esta manera se empezaría a gestar una sociedad donde los ciudadanos controlarían al poder y no el poder a los ciudadanos.