OPINIÓN

Finalmente el COVID se lo llevó: Carlos Armando Biébrich fue, como Colosio, una esperanza malograda

Rumbos

Mario Rivas, columnista.Mario Rivas, columnistaCréditos: Tribuna
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NO POR SABIDO DEJA DE SER IMPACTANTE. Apenas días atrás me había referido a él como una víctima más del COVID-19. Pensé en sus 81 años de edad. Pensé en la tragedia que se abatió sobre él y su familia, luego de la muerte trágica de uno de sus hijos.

Y le recordé de mi última —no fueron muchas, dos que tres— conversaciones con él, por la vía telefónica.

Lamento, ahora que lo recuerdo, los términos en los que derivó esa charla. Me había solicitado un favor: que le gestionara la publicación de un desplegado.

Por los términos en que, según me dijo, estaba redactado el documento, me resultaba imposible hacer lo que me pedía.

Así se lo hice saber.

Fue cuando me dijo, notoriamente molesto, que él había enfrentado la ira de dos presidentes de la República, lo cual fue rigurosamente cierto.

CARLOS ARMANDO BIÉBRICH TORRES, exgobernador de Sonora entre 1973 y 1975, enfrentó con valentía a los presidentes LUIS ECHEVERRÍA y JOSÉ LÓPEZ PORTILLO. Nunca lo doblegaron.

Antes de ese incidente, le había confiado que cuando él arribó a la gubernatura de Sonora, yo andaba en los veintitantos. Como simpatizante del PRI que siempre fui y, en el fondo de mi corazón lo sigo siendo, le admiraba. Le dije que aunque todavía no me inquietaba demasiado el periodismo, presentía que ese joven candidato al Gobierno Estatal, podría ser, casi seguro, el presidente que sucedería a MARIO MOYA PALENCIA, a la sazón secretario de Gobernación, bajo cuyo resorte se había desempeñado como sub-secretario de Gobernación, Biébrich Torres.

Y ahora lo veía en los periódicos como una estrella política cuya luminosidad crecía por momentos.

Eran tiempos de invasiones urbanas en Ciudad Obregón, y esto había hecho poderosos a varios líderes locales. El más carismático era FELIPE DE JESÚS REYNAGA. Estaba al frente de un grupo de precaristas que tenía invadido el predio en el que, con el tiempo, se levantó lo que hoy es la colonia “Municipio Libre”. Había otros líderes urbanos que habían logrado alcanzar cierto poder, pues dirigían a varios grupos que invadieron el terreno agrícola donde hoy está la colonia “México”.

Pero Reynaga era el más listo de todos. Supo cómo llegarle a la simpatía al joven gobernador Biébrich. Su cercanía con él fue tan estrecha, que estuvo con Biébrich en sus días más críticos como mandatario.

Reynaga era mi amigo. Juntos transitamos por algunas aventuras bien vividas. Él me contaba todo lo que platicaba con CABT. Incluso, de su encuentro con él casi al final de su mandato.

Eran relatos que por alguna razón que aún no comprendo bien, me afectaban. Y así lo experimentaba yo.

Yo había sido uno de los ciudadanos que pronosticaron que después de Sonora, Carlos Armando será candidato a la presidencia.

Pero eso ya no podría ser.

Por el propio Reynaga estaba enterado de las profundas diferencias que había entre Biébrich y quien había sido su padrino político, Luis Echeverría. Y esto lo sabía Reynaga no porque le mereciera confidencialidad al gobernador sino porque, en un arrebato por la situación que enfrentaba, le habría dicho, muy enojado, que “aquí mando yo, no manda Echeverría”.

En esos momentos me pareció que Felipe de Jesús estaba exagerando. Con el tiempo, ya siendo yo periodista de tiempo completo, entendería que Reynaga no me había mentido.

Por circunstancias y épocas distintas, yo jamás estuve cerca de él. No le estreché la mano en ningún acto público.

Tuvieron que transcurrir varias décadas para que otros tiempos y otras circunstancias, me acercaran a él.

La primera vez fue en San Luis Río Colorado. Corría quizá, el mes de mayo de 1988. VÍCTOR HUGO CELAYA, me había invitado a la gira de la fórmula priísta por Sonora. Empezaría en Puerto Peñasco y de ahí se trasladarían a San Luis Río Colorado. ‘El Güero’ Calles te llevará en su carro a Caborca, donde me hospedaré yo. Ahí te voy a esperar para que te vayas conmigo a Puerto Peñasco”, me informó por teléfono el entonces candidato priísta a diputado federal por aquel Distrito. Y había agregado:

“En San Luis nos vamos a encontrar con los candidatos a senadores por Sonora, Luis Donaldo Colosio y Manlio Fabio Beltrones”.

Y así fue.

En San Luis nos hospedamos, toda la caravana priísta, en el Hotel “San Luis Río Colorado”.

A mí me tocó un cuarto cerca del que ocupaba Colosio y de la habitación de Víctor Hugo. Habíamos acordado que en esa ciudad le haría una entrevista y buscaría hacerle otra a Colosio y a Manlio Fabio, juntos.

Cargué con mi pesada “vieja Olimpia”, hasta la habitación de Celaya. Ya me esperaba. Empezamos con las primeras preguntas y respuestas cuando alguien tocó a la puerta.

Celaya se asomó por la ventana y me dijo:

--Es Biébrich, a él le debo andar en la política. Ni modo, se cancela la entrevista (algo que yo agradecí pues la noche anterior prácticamente me la pasé en vigilia, o mejor dicho, carcajeándome con los chistoretes del ‘Güero’ Calles, en el trayecto Obregón- Caborca).

Ahí los dejé a ambos y con Biébrich solo crucé unas cuantas palabras.

Más recientemente —hará tal vez cinco años— MAYO C. MURRIETA, puebloyaquense él, radicado en la Ciudad de México, dedicado a la academia en la UNAM, y una de las personas más entrañables de Biébrich, me llamó un día en Ciudad Obregón. Nos reunimos en un restaurante con nuestra común amiga, MARA ROMERO, y allí conversamos ampliamente.

Mayo me diría que Carlos Armando Biébrich estaba muy agradecido por un artículo que escribí sobre la matanza de San Ignacio Río Muerto y la emboscada que los líderes del Pacto de Ocampo, por órdenes de Echeverría, le habían puesto al entonces gobernador.

Así que fue en el libro autobiográfico de CABT, que fue citado en dos ocasiones este modesto columnista y el autor citó mi comentario.

Eran los tiempos del crepúsculo de un hombre que nunca se rindió ante sus enemigos ni sucumbió a la adversidad. Vivió para limpiar su nombre y en el fragor de la embestida en contra suya, ni siquiera su amigo Mario Montoya lo convenció que se rindiera ante el poder presidencial.

Sin embargo, quiero decirlo con auténtica sinceridad: me queda la sensación de que este propósito que le llevó toda una larga vida, no fue coronado por el éxito. Los intereses del poder lo rebasaron.

En fin, ¡Descanse en paz Carlos Armando Biébrich!

DE AQUÍ, DE ALLÁ Y DE MÁS ALLÁ

DÉJEME DECIRLO: HAY DOS O TRES TEMAS de palpitante actualidad que lamentablemente no podré desarrollar en los Rumbos de hoy por razones evidentemente comprensibles: el deceso, por COVID-19, del exgobernador CARLOS ARMANDO BIÉBRICH TORRES…

Son temas por los que muchos ciudadanos pueden tener un cierto interés y otras bastante interés. Verbigracia: ayer vino a Cajeme la gobernadora CLAUDIA PAVLOVICH ARELLANO a inaugurar el Centro de Rehabilitación y Educación Especial, una obra cuya gestión inició siendo diputado, FAUSTINO FÉLIX CHÁVEZ, allá por octubre de 2009, en los finales del trienio de MANOLO BARRO BORGARO…

Faustino tuvo que ver en esta obra que Claudia hizo realidad y le dio un bonito acabado… Particularmente, me llamó la atención que no se le diera el debido reconocimiento a quien tanto se esforzó, como diputado y alcalde…

Como sea, me complace muchísimo saber que la gobernadora ha vuelto a pisar tierras obregonenses, y además, en una ceremonia con un gran significado social…

POR CIERTO, ANTES DE TERMINAR estos Rumbos, permítame contarle que ayer se registró un sainete en el Palacio Municipal de Guaymas, luego de que funcionarios y gente de seguridad, sacaron a empellones a periodistas y activistas, que se negaron a acatar el protocolo sanitario…

Como diría un guaymense: “Ahí vamos otra vez”…

Es todo.

Le abrazo.

m.rivastribuna@gmail.com