OPINIÓN

Apenas han transcurrido dos años y dos meses y el país naufraga en un mar de incertidumbre

Rumbos

Mario Rivas, columnistaCréditos: Tribuna
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HACE DOS O TRES SEMANAS LO ESCRIBÍ en esta columna. No fue una sola vez. El tema daba para más. Repetí el comentario sin ningún ánimo de crítica. Fue, solamente, una observación muy personal. Palabras más, palabras menos, dije que había visto brevemente la mañanera del día anterior y que el presidente me pareció que estaba triste. Desolado. Cansado. Y también expresé que deseaba de todo corazón verlo alegre, seguro de sí mismo y brillante en su buen humor.

Finalicé el comentario con esta expresión: “más allá de simpatías o antipatías, a mí no me gusta ver al presidente desanimado, triste, cansado y menos desolado”.

Más o menos.

Como digo, esta observación la hice en dos o tres ocasiones.

Dudé entre publicar todo lo que por mi mente estaba pasando o decir las cosas con sutileza.

Opté por esto último.

Unos días después, estalla la noticia del COVID-19. El presidente había dado positivo. Síntomas leves. Está optimista y, como siempre, “saldremos adelante”.

Me fui a la cama muy temprano ese domingo, como ya es una costumbre en mí en los últimos doce meses. Cuando desperté pasadas las 12 de la noche, me puse a cavilar sobre la nota más importante en las últimas 24 horas. Mil y unas elucubración me vinieron a la mente. Muchas cosas me llevaron por el camino de la divagación. “¿Será posible que se atrevan a…?”

“¡No puede ser que lleguen a tanto!”, renegué desde la subconsciencia del desvelo.

Muy temprano dejé la cama —05:00 AM—, pues tenía consulta a las 7:30. Afuera el frío me lastimó los huesos. Contra la costumbre, me puse los guantes que me ofreció mi hijo RONY. Y dos chalecos encimados. Cumplí con la cita y a media mañana decido salir a que el aire de otras latitudes me refrescara las ideas. ¿Qué era exactamente lo que me inquietaba? ¿Y por qué diablos me tenía qué preocupar un asunto de alta política y que tiene qué ver solamente con los asuntos del poder?

¿A mí que, con un demonio? Todas estas consideraciones me las hacía mientras paseaba por las añosas callejas de Chivucú, la comunidad más auténtica del municipio de Navojoa.

En algún momento, me estacioné a la sombra de un enorme árbol, a un lado del camino.

En ese momento entró a mi celular la primera llamada del día. Era un viejo amigo mío. Sabía para que era la llamada. Él ya tenía su propia tesis.

Y… -¡ le pregunté.

-Lo mandaron a descansar.

-¿Crees tú que se hayan atrevido?

--Yo sí lo creo. Y no lo harían por maldad perversa. Eso no lo creo. Lo habrían hecho por urgente necesidad.

--Bueno, yo dije que le vi triste, desolado y cansado. Pero nunca imaginé que pudiera estarlo en forma tal que lo manden al reposo.

--No es algo menor. Ya se le veía cansado, la voz apagada, su andar ya no era el del hombre infatigable. Sus chistes dejaron de ser chistosos y sus respuestas ingeniosas dejaron de serlo. ¡De veras! ¡Fíjate bien!, repasa las últimas diez o quince mañaneras y encontrarás cómo fue degradándose físicamente el presidente.

--Él nunca se había rendido. Es una fortaleza.

--Las fortalezas también se derrumban. Y no digo que AMLO lo esté, digo que lo vi cansado. No era el mismo. Su rostro era otro. En él estaban los efectos del tremendo ritmo de trabajo, de esfuerzo.

Esta es una tesis que ayer por la tarde me plantearon otras personas. Personas serias, no de las que están aprovechando la coyuntura para crear un ambiente de linchamiento mediático. Si esta versión tuviese sustento, bueno, entonces el reposo caería como anillo al dedo. Si es como parte de una estrategia, mejor eso que un mal letal como el COVID-19 en personas de avanzada edad.

Ayer todavía tuve tiempo para ver un par de fotografías en las que AMLO aparece con varias personas en dos distintos actos, sin cubrebocas. El resto, todos muy cuidadosos. Él no, porque su ausente vocero ha dicho que su jefe no puede ser contagiado porque lo protege su fuerza moral.

Termino este segmento, con esta última reflexión: haya sido lo que haya sido, AMLO pierde una virtud que muchos consideran no tiene precio, es invaluable: honradez intelectual, que encierra a sus más aproximados adláteres: honestidad, honradez, decir la verdad, no engañar y tener autocrítica. Es cierto que los aduladores palaciegos, suelen causar un gran daño a los países gobernados por esos individuos que permiten que se les colme de adulaciones y creer en ellas a pesar de saber, en lo profundo de su inteligencia, no hay verdad en la zalamería. Este maldito fenómeno, ocurre en todos los niveles del poder. Está ocurriendo en Palacio Nacional pero también en los humildes edificios de gobiernos municipales. Aquí, en Cajeme, lo hemos atestiguado en los últimos dos años y meses.

En el interior de una burbuja o pompa de jabón, hay un microcosmo donde hay un palacio y un gobernante que parece ignorar que su municipio es mucho más grave que su diminuto espacio donde se encuentra su personal bienestar.

Como verá usted, donde quiera se tuestan habas.

Me cae que sí.

¿Conclusión?

No la hay porque cualquiera que fuese, entre las que se han mencionado, sería algo verdaderamente catastrófico.

En mi fuero interno, casi me convenzo que sería mejor que todo esto haya sido una estrategia política con objetivos electorales. De esta manera, sabríamos que nuestro presidente goza de buena salud y que el país, este amado México, no corre ningún riesgo.

En fin, así las cosas.

DE AQUÍ, DE ALLÁ Y DE MÁS ALLÁ

PUES SÍ: FUI Y VINE A NAVOJOA y a Etchojoa. No fue nada planeado. Simplemente decidí que tenía ganas de salir del confinamiento. Con los cuidados que establece el protocolo sanitario…

Como ya lo comenté en la primera parte de estos Rumbos, conducía inmerso en mis pensamientos por la avenida Miguel Alemán, en Ciudad Obregón. Iba escuchando una melodía que tiene mi propia edad pues fue compuesta en 1946, ejecutada a guitarra por una hermosa chica cuyo nombre no memoricé…

Viene en un video que me reenvió FAUSTINO FÉLIX CHÁVEZ. De hecho, es una balada muy romántica y es una de mis favoritas eternas. Se titula “La vida en rosa”…

Es francesa y la han interpretado cientos de cantantes de todo el mundo…

En esas iba cuando me pregunté por qué no seguirme de largo por la Miguel Alemán y ganar la Internacional y correr y correr hasta llegar a Navojoa…

No me pregunté qué haría en Navojoa, a quién llamaría para ver si tomábamos café… No planee nada, simplemente me fui…

Ya en la perola del Mayo me estacioné en un espacio que estaba abandonado una camioneta. No lo pensé dos veces. Caminé por los pasillos, me ganó la nostalgia con los enceres para el rancho, sillas de montar, huaraches de Masiaca, un sinfín de productos que creí desaparecidos del mercado pero que allí estaban, a la venta de quien quiera comprarlos…

Sí se nota la pandemia pero hay más movimiento que en Obregón. Es un mercado auténtico, por el que no ha pasado el tiempo y donde todavía se puede uno sentar a una mesa y saborear los antiguos platillos que eran nuestros favoritos en la adolescencia…

Salí de ahí y me fui a Chivucú, recorrí el pequeño poblado en cuyas casas hay abundancia de cabezas de ganado. En alguna vivienda, vi que por fuera había un hermoso becerrito amarrado a un pequeño árbol…

Me dijeron que la sequía obligó a esta gente a traerse de la sierra a sus animales para evitar que murieran de sed y de hambre… Al costo…

EN ETCHOJOA, el gusto de saludar afectuosamente a mi amigo CHALITO MATUZ SÁNCHEZ, así como al empresario BENJAMÍN SÁNCHEZ y a GUADALUPE PALACIOS, que aspira a la candidatura a la presidencia municipal por la alianza PRI, PAN y PRD…

Recorrer la vida rural del sur de Sonora, me llevó a recordar a mi cuate DANIEL TRELLES IRURETAGOYENA, ganadero, hombre que convive con su rancho y ama la sierra y al monte que recorre día a día sobre su fil caballo: Me quedó pendiente contactar a ALI CAMACHO y a ADELAIDO LÓPEZ, este último, al parecer regresó a la Ciudad de México…

Es todo.

Le abrazo.

m.rivastribuna@gmail.com