OPINIÓN

Académicos y periodistas en tiempos electorales

La Tertulia Polaca

Aarón Tapia, columnistaCréditos: Tribuna
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Para informar y analizar objetivamente en tiempos electorales es imprescindible la ética en todos los rubros. Los políticos suelen ser mezquinos y fallar ante las citas históricas y es ahí dónde se requiere gente de acción y de pensamiento que pueda compensar las carencias de los líderes políticos. Académicos y periodistas que estén a la altura de las vicisitudes electorales. Mucho hemos analizado el trabajo de los líderes políticos ante estos procesos, ¿y el rol de nosotros? Los procesos electorales han revelado el poco espacio que tiene el pensamiento en nuestro estado. Los pocos que ejercen el pensamiento profundo se encuentran marginados del debate público por aquellos que han tergiversado el sentido de la “intelectualidad” y la han convertido en un triste espectáculo mediático. Aquellos cuyo rol es ayudar a la sociedad a informarse, pensar, analizar y decidir, han optado por él, ya no digamos activismo político, sino por el activismo de sus propios intereses. El espacio para el pensamiento es mínimo porque todos los que deberían participar en él, están muy ocupados en sus propios réditos y algunos utilizan los disfraces de ideologías según les convenga. En el momento en el que la sociedad más necesita de pensadores claros, profundos, valientes e inteligentes, lo que tenemos son pensadores que actúan bajo el mismo ritmo, los mismos estímulos y las mismas ambiciones que los políticos. Se trata de una supuesta “clase intelectual” atrincherada en posiciones lucrativas o en una agenda política. El espacio del pensamiento ha sido convertido en trincheras del combate panfletario. Se discuten intereses no ideas. Esto es evidente en las redes, el espacio que ha monopolizado la visibilidad del pensamiento. Si no estás en las redes no existes, pero paradójicamente a la mayoría de los que realmente les atrae el pensamiento profundo, les es muy complicado interactuar de manera profunda en el mundo de las redes. Las redes son útiles para muchas cosas, pero no parecen ser el campo propicio para las ideas. Las redes sociales se han convertido en un cuadrilátero de propagación de la parálisis, de la bravuconería mental, rumores incontrolados, el descubrimiento de novedades antediluvianas o de las vulgares calumnias. Cuando los políticos más tendrían que refugiarse en el pensamiento, es la superficialidad y la ambigüedad la que se está refugiando en la política. La intelectualidad de muchos periodistas y algunos académicos se identifica a sí misma por el bando político al que pertenece, lo cual considero que no está mal transparentar las afinidades e inclinaciones políticas e ideológicas, porque todo mundo las tiene, pero me parece burdo y deshonesto como periodista y/o académico, no señalar y criticar lo que no se hace bien, aún y que sea coincidente con tal o cual proyecto electoral. No buscan generar ideas sino ganar argumentos, aunque el triunfo de sus argumentos represente una derrota para la sociedad: el pensamiento rebajado a intereses personales y políticos. El pensamiento confinado al maniqueísmo simplista de la politiquería. Con los partidos políticos confrontados en una enorme parálisis política, la sociedad debiera encontrar salidas a través de sus pensadores y sus ideas. Hemos caído víctimas del modelo de entretenimiento al que se ha sometido a la inteligencia en muchas partes del mundo; el modelo mediático del “bussines show” que busca reducir la amplitud y diversidad de la mente humana a una de dos maneras raquíticas de entender el mundo. Es normal que la mayoría de los políticos no puedan salir de ese encierro bicéfalo, es triste que los bienes periodísticos y académicos de una sociedad sigan esos mismos pasos. A la mayoría de los académicos y periodistas que deberían ejercer el rol del pensamiento, los procesos electorales les ha quedado muy grande. Se encuentran enfrascados en una batalla intrascendente por lo que sospechan es el poder político. Las redes sociales se vuelven un campo fútil de batalla, no solo por abundantes intrascendencias que se dicen ahí ante la monstruosa inmensidad de las banalidades electoreras, sino porque finalmente es una conversación ante el espejo. Cada uno predica a sus propios apóstoles, confirma prejuicios, fobias, filias y nociones que ya se tenían. Entre los que piensan igual se dan retuits, se da la moralina discursiva y la intelectualidad derrotada ante el lenguaje de la emocionalidad y la vulgaridad de las falsedades y difamaciones propias del pseudoperiodismo. Los periodistas ansiosos por encontrar una inconsistencia con qué golpear a sus adversarios, no por afán de informar sino de ganar. Algunos columnistas y analistas debatiendo no por una idea sino por un prejuicio o un interés; luchando por los aplausos y el RT de sus coequiperos y no por la valentía o profundidad de su pensamiento. Los académicos paralizados o partidizados. Un ejercicio comunicacional masturbatorio; cada quien se habla a sí mismo y a aquellos que piensan como él o ella. No hay diálogo, no hay pensamiento, y definitivamente no hay ideas. Quienes cuyo trabajo es pensar, analizar e investigar están muy ocupados twitteando sus agendas y sus intereses, como para poder atender las necesidades de una sociedad políticamente paralizada. Si no se empiezan a generar ideas, a permitir el pensamiento profundo, a analizar escrupulosamente la realidad, ¿cómo chingados vamos a construir un nuevo paradigma político que nos urge y que no resulte ser otra versión de lo mismo que nos ha llevado a un profundo deterioro socioeconómico y político?