OPINION

Toño Ayala, Luis Torres y el Huatabampo solidario

Bulmaro Pacheco, columnistaCréditos: TRIBUNA
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Antonio Ayala Alvarado y su hermano Manuel arribaron a Huatabampo en un frío invierno de 1959, procedentes de Manzanillo, Colima, su tierra de origen. Llegaron en autobús a Navojoa y después a Huatabampo.

Toño con 21 años (nació un 28 de abril de 1938) y Manuel con 18, ambos solo con la primaria terminada, pero ya entrenados en el trabajo y en la joyería (especialidad en relojería) con práctica en en Guadalajara.

Al salir de Manzanillo traían solo la bendición de sus padres y muy pocos pesos cada uno. Sus pertenencias —muy pocas— venían en dos pequeños cartones amarrados con ixtle, con poca ropa y algunos objetos personales. Lo primero que hicieron en el pueblo fue buscar un alojamiento y donde comer. Había solo casas de huéspedes, les dijeron, pero no les alcanzaba. Rentaron una casa semi abandonada por la Ocampo, casi esquina con Allende (donde reside doña Bertha Pacheco), en un antiguo terreno cedido a los veteranos de la Revolución, y para la comida encontraron lugares como La Tapatía, La Violeta y El Progreso.

Ambos jóvenes eran conocidos del empresario de la tortilla Ricardo Kameta y su esposa Socorro, quienes los ayudaron en sus primeros pasos en el pueblo. Traían la intención de dedicarse al comercio, porque ya en alguna ocasión habían visitado el pueblo en su calidad de agentes viajeros y Huatabampo les gustó, les atrajo —of course—.

En muy poco tiempo los hermanos Ayala hicieron contacto con el administrador del mercado municipal —en ese entonces Fito Esquer— y este les autorizó ubicarse en un puesto prácticamente abandonado por alguien que ya ni la renta pagaba (ubicado en el ala norte) cercano al callejón, frente a lo que después sería la taquería del Rey (José Rey Santos Lara)). Los hermanos Ayala se instalaron primero en el ramo de la joyería y la reparación de relojes (Haste, Eternamatic, Elgin, Longines y uno que otro Rólex) y después complementaron con artículos de mercería como tiras bordadas, encaje, elásticos, agujas,,cierres, botones, güipiures, pañuelos, cierres, mantellinas, etc. El negocio llevó por nombre, “El Adorno”.

Sus primeras clientas los motejaron como “los guapos”. “Ve a comprar hilazas y botones ahí con “los guapitos” al mercado”, le decían las costureras a sus empleadas, para que se orientaran correctamente. Se les quedó.

Eran años del boom del mercado municipal; todavía no llegaban las grandes tiendas departamentales. Ahí —en menudeo y mayoreo— se podía encontrar de todo: tortillas, verdura, frutas, pan, carne fresca, frijol, panelas, maíz, huevos y todo tipo de mercancías, que se sumaban a los viejos expendios de comida que ya destacaban ahí. Para otros productos, ahí quedaba cerca la tienda “Cuatro Vientos” de Magín y Enrique Moreno que también vendía desde catres y ‘flit’ hasta tachuelas. Había una pequeña oficina de cobros del IMSS, una radio experimental y un edificio grande que albergaba al Banco de Comercio del Yaqui y Mayo.

Eran tiempos en que menos del diez por ciento de las familias del pueblo tenían refrigerador y estufas de gas en sus hogares. Las amas de casa tenían que comprar al día, porque no había como conservar la carne ni las verduras, mucho menos la leche y los alimentos para los niños.

Tiempos en que el mercado empezaba a operar a las tres de la mañana, porque a esa hora llegaba la carne del ganado sacrificado en el rastro para la venta en las carnicerías y empezaba la subasta de las mejores piezas entre los carniceros avezados en el negocio de la venta directa, sin refrigeración y a la vista de los clientes. También a esa hora descargaban los carros con las frutas —plátanos, mangos, manzanas, etc.— y las verduras provenientes del sur de México.

Cuando los hermanos Ayala llegaron al mercado en 1959, ya brillaban en sus puestos: Rosendo Palafox Cota —apoyado por su esposa Ramona Ross— en el ala derecha del interior. y Rafael (Rafailón) Rojas, con grandes tiendas de comestibles; Luis Torres (ferretería) y “El Tiqui”, su hermano (hijos de Luis Emilio Torres Macías, de Chínipas, Chihuahua, y María Ema Almada Aldama, de Álamos), que al llegar a Huatabampo se habían asentado primero en Pueblo Viejo en un pequeño comercio, y procrearon a Olga, Luis, Leonel, Héctor Enrique, Jorge y César Torres Almada. De los locatarios originales,Rosendo que era de 1930 murió en el 2000, Rafailón en 1998, Ramón Lam en 2003; El Tiqui que era de 1941 murió en 2018. Sobrevive retirado—desde hace 20— Luis Torres con 90 años.

Por la misma ala del mercado también estuvieron Ramón Lam, desde 1953; Cándido Sáinz; Tony Esquer; Alonso Ruvalcaba, en su puesto de chocomiles; y por dentro del mercado la fruta y las verduras de Romelia y Rosario Leyva; Leonel Zazueta; Ramón Carrillo; Enedina Callejas; la panadería de Chevo Zamudio; y el espacio donde Manuel Jordán vendía periódicos, armas y parque. En ese entonces, acceder al mercado municipal significaba adentrase en una agradable combinación de olores a frutas, verduras, cebollas, pan y comida recién hecha en el ambiente.

Destacaban también los carniceros, como el legendario “Beto” Pacheco, que abría en la madrugada su negocio con un buen trago de brandy (para agarrar calor decía), Salvador Rosas, Reynaldo García y Pedro Álvarez, entre otros. También los expendios de comida de Zenón, doña Chonita, Doña Gloria (mamá de Cande), la mamá de los Quijano, y los célebres vendedores de caguama preparada por fuera de la tortillería de “Pano” Oba y a poca distancia de la familia Okuda. En la esquina sur, el legendario “Nacho” Bernal, que puso de moda el atole de pinole, y que desde la madrugada empezaba a vender. —Hasta ahora el negocio sigue—, lo maneja su hija María Luisa, una familia que llegó a Huatabampo desde Guamúchil Sinaloa.

Los hermanos Toño y Manuel duraron juntos 15 años en el negocio. Manuel se separaría a mediados de los setenta y se instaló en un negocio propio, de joyería por la Guerrero, entre Nacho Carnitas y lo que ahora es la Farmacia “La Semilla”, frente al antiguo Billar Los Ángeles.

Toño se casó con Yuleny Ayub Moreno, en diciembre de 1966. Ella, nieta de migrantes de Líbano por su abuelo Juan Ayub Jaidar, padre de Jesús Ayub Villavicencio, a su vez padre de Yuleny. La familia de Toño creció con los hijos: Aracely, Antonio, Adalberto, Alex y Alfredo y dejó de rentar casa para construir la propia en 1976 en la esquina de 5 de Mayo y Galeana, frente al comercio de — otro legendario personaje— Don Jesús Gil.

Con el tiempo el negocio creció y Toño Ayala buscó un nuevo espacio para ampliarse. Buscó a Luis Torres, que por aquellos años ocupaba la esquina norte del mercado, donde tuvo un negocio de ferretería. Luis se lo había rentado a la familia Bouvet, de Navojoa, que duró poco en un negocio de telas. Amablemente y sin cobrarle, le ofreció a Toño el espacio y a partir de 1968 se estableció ahí con la mercería y artesanías “Aracely”, nombrada así en honor a su hija.Lo mantiene con sumo cuidado personal con su esposa, con viajes a México y Guadalajara para abastecerse de mercancías y con una asistencia puntual al trabajo.

Toño creció en el negocio y en el servicio a su comunidad. Mucho servicio social y buena participación en los clubes y los organismos de servicio; “para devolverle a Huatabampo parte de lo mucho que me ha dado” dice con satisfacción y orgullo de lo que ha hecho… y tiene razón.

A sus 83 años y con 62 en el mercado municipal, Toño Ayala es hasta ahora el locatario mas longevo del mercado de Huatabampo. Un inmueble construido en los veinte del siglo pasado, remodelado en 1947, 1974 y el 2020 que conserva muchas tradiciones del pueblo.

La vida del mercado se ha conservado a pesar de la aparición de otras opciones comerciales, porque cuenta con una clientela fiel y locatarios hijos de fundadores herederos de sus negocios y originales como Toño Ayala, que al actualizarse en la modernidad y continuar con la tradición lo protegen, lo conservan y le aseguran viabilidad futura. Enhorabuena por ellos.

bulmarop@gmail.com