OPINION

Vicente Fernández: El Cuarto Ídolo

Bulmaro Pacheco, columnistaCréditos: TRIBUNA
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Cuenta Martín Urieta que mientras Vicente Fernández interpretaba “Mujeres Divinas” en Bogotá, Colombia, notó que el público la coreaba. Vicente se extrañó al observar la popularidad de la pieza musical y al terminar la tanda de canciones de la primera parte de su actuación, llamó a su asistente principal para preguntarle: ¿Oíste como el público cantaba junto conmigo Mujeres Divinas?, ¿De quién es ésta canción? ¡Llevo un año cantando ese tremendo éxito de un compositor que ni siquiera conozco! !Qué pena! —Es de Martín Urieta, le dijo el asistente.

Vicente le ordena apenado: Pues ahora que regresemos a México llámale e invítalo a comer para agradecerle este gesto del público. No pensé, dijo Vicente, que en el extranjero tuviera tanta popularidad una de mis interpretaciones.

Y no le faltaba razón, porque “mujeres divinas” fue un importante paso para la transformación de la canción regional mexicana, tocante al papel de la mujer, ya muy distinto al que le asignaron por años, compositores de la talla de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez.

Martín Urieta recibió la comunicación. Le platicaron lo sucedido y fue invitado por Vicente a platicar y a algunas presentaciones del ídolo de Huentitán, donde el michoacano Urieta ocupaba un lugar privilegiado entre el público. Posteriormente, y al grabar el tema Acá entre nos, (también de Urieta) en uno de los intermedios del mariachi Vicente grita: “¡Ay Martín, no cabe duda que también de dolor se canta, cuando llorar no se puede!”.

Así era Vicente, agradecido con quienes le ayudaron a triunfar.

Grabaría de Urieta más de 20 canciones; casi todas éxitos: Qué de raro tiene; Urge, Bohemio de afición, La vida es una copa de licor y Mi vejez, entre otras, que todavía tienen un buen lugar en el gusto popular.

Rosendo Montiel, compositor sonorense de éxitos como Déjenme llorar, Lágrimas son y ¿Por qué no fui tu amigo nada más?, le aportó a Fernández dos de sus mayores éxitos: Yo quiero ser (pero déjame ser, lo bueno y malo que ambicionas en la vida, yo quiero ser el más feliz, si tu me quieres, vida mía) incluida en el primer LP grabado por Fernández, y Si acaso vuelves,(Si solamente para ti, fui la diversión de tu vanidad, y ya cansando de buscar me dejé arrastrar por la adversidad) muy popular y coreada también en cuanta presentación realizaba el jalisciense.

Montiel, cuyas composiciones eran una mezcla de sentimiento, experiencias personales y creatividad, ha sido uno de los verdaderos talentos sonorenses en los cuales se apoyó Vicente Fernández a lo largo de su carrera. Otro fue don Antonio Valdez Herrera, un compositor nacido en Huatabampo (pero llevado muy chico a Cócorit), con una impresionante lista de canciones de su autoría que han trascendido a generaciones enteras (Esta tristeza mía,Con mis propias manos, Renunciación, Cansancio, Mil cadenas, Mi último rezo, Palabra de rey, Puro cachanilla, Por el camino viejo, etc.)

Fernández le grabó a don Antonio dos de sus mayores éxitos al inicio de su carrera, a finales de los sesenta del siglo pasado: Tu camino y el mío (Un montón de recuerdos ingratos, una carta que no se ha leído, un retrato tirado en el suelo y en mi mano una copa de vino, eso es todo lo que hay en mi vida, una vida que no vale nada, una historia de amores perdidos, porque tu no quisiste ser mía). Y Palabra de rey (No pude unirte a mi vida, fuiste una causa perdida por más que yo quise hacerte a mi ley, te dejo libre el camino, no forzaré tu destino, te doy mi palabra, palabra de rey).

Era muy sencillo Vicente, decía Montiel. Cuando menos lo pensabas te llamaba por teléfono para una invitación a comer o a una de sus múltiples presentaciones. “Cuando venía a Sonora era infaltable su llamada para acompañarlo al palenque y recibíamos menciones cuando cantaba alguna de nuestras composiciones”. “Imagínate recibir aplausos junto con los que a él le prodigaban sus fans”, decía Montiel, satisfecho.

Vicente estuvo al tanto de la enfermedad y la hospitalización del guaymense, hasta su muerte ocurrida en 2012.

El primer LP que grabara Fernández en 1968: “La voz que usted esperaba”, incluyó las composiciones de Montiel y Valdez Herrera, y fueron verdaderos éxitos. También grabó El moro de Cumpas, obra de otro sonorense: Leonardo Yañez “El Nano”.

Otra relación muy importante de Vicente Fernández con Sonora fue la que desarrolló con el afamado locutor Francisco Rojo Gastélum y sin duda, con la empresaria Lucila Bátiz Valencia, cuando cantaba en su bar de la Zona de Tolerancia de Hermosillo, por períodos breves en la década de los sesenta. El cariño de Vicente hacia doña Lucila, además del contrato de trabajo, tenía fondo: Ella le prestó dinero para sortear algunos problemas de salud del mayor de sus hijos (que naciera prematuramente), cuando apenas se iniciaba Vicente en el medio artístico; viajaba en autobús y mandaba por giro telegráfico el dinero a su familia. Ese gesto de la señora Bátiz nunca se le olvidó al Charro de Huentitán, y cada vez que visitaba Hermosillo a cantar en el palenque, ella era su invitada especial —junto son sus familiares— en la primera fila. Eso lo recordaba con orgullo doña Lucila, en su casa de Nogales y Simón Bley en la capital, afirma Victor Rodríguez hijo de Doña Lucila y quien también trató a Vicente.

Nuestra generación empezó a escuchar a Vicente Fernández a finales de los sesenta con sus éxitos Tu camino y el mío, Palabra de rey y La ley del monte (ésta última del compositor Ferrusquilla).

En Huatabampo se escuchaba muy bien La Rancherita, una modesta estación de radio ubicada en Esperanza (en aquél tiempo 1010 AM), a la orilla de la carretera en la ruta Esperanza- Ciudad Obregón. Hoy XHEB 98.5 FM, que se identifica como La Z.

La buena voz de Vicente, un buen arreglo y muy buen fondo musical lo distinguían. De inmediato muchos empezamos a pensar que Vicente podría ocupar el espacio que había dejado Javier Solís con su muerte prematura a los 35 años (en abril de 1966), para completar el cuadro de grandes cantantes de música popular mexicana, que también se reflejaron en mujeres exitosas como Lucha Reyes, Lucha Villa, Amalia Mendoza y “Lola” Beltrán.

Nuestra generación alcanzó a vivir todavía la obra musical y fílmica de Pedro Infante —que todavía gusta a grandes y chicos— y el pesar por la muerte de Javier Solís.

Jorge Negrete murió de una cirugía a los 42 años (1911-1953), Pedro Infante de un accidente aéreo a los 40 (1917-1957), Javier Solís también de una cirugía a los 35 (1931-1966), y Vicente Fernández (1940-2021) a los 81 de complicaciones multiorgánicas —dijeron los médicos— el pasado 12 de Diciembre.

¿Qué tuvieron esos ídolos que, a pesar de su antigüedad siguen en el gusto de la gente? ¿De qué estaban hechos?

En primer lugar tenían talento natural. Se hicieron en condiciones muy difíciles, por no decir adversas (excepción de Negrete), en todos los aspectos. Pero todos sin excepción fueron producto de la cultura del esfuerzo: Trabajando en cantinas y preguntándole a la gente la canción que deseaban escuchar, lo mismo que firmar contratos o buscar compositores, viajar en camiones para presentarse en cines y plazas públicas (como las famosas caravanas de artistas organizadas de 1940 a 1970), y lograr fama cuando no estaba tan extendida la televisión, y la radio apenas empezaba. Se obligaba a que triunfara el talento. Fueron grandes por la calidad de sus aportaciones, por eso triunfaron y se mantienen todavía en el gusto de la gente. Jorge Negrete, teniente de caballería y administración del Colegio Militar, brilló de 1931 a 1953. Pedro Infante, carpintero, director de orquesta y cantante de pueblo, brilló de 1939 a 1957. Javier Solís, de oficio carnicero, brilló de 1958 a 1966. Vicente Fernández, de muchos oficios, brilló en el firmamento artístico de 1964 al 2016. ¿Quién los va a sustituir? Nadie lo sabe. Tampoco es una pregunta que tenga lógica o una respuesta racional. Ellos surgieron porque el público los aceptó. Cuando vuelva a surgir un ídolo de masas natural, sencillo, auténtico, cercano a la gente y de esas dimensiones, lo sabremos.

Con 80.2 millones de reproducciones en Spotify, Mujeres divinas celebra a la mujer en vez de acusarla de traicionera o malvada. Hasta ahora la canción más popular de Fernández. Le siguen Por tu maldito amor (76.8 millones), Hermoso cariño (74.2), Volver volver (64.8), y La diferencia (64.4 millones). Vicente Fernández se une al selecto grupo de las grandes ausencias; esas que dejan un enorme vacío, pero también dejan sus interpretaciones para recordarlos a cada momento. Dice Martín Urieta que a diferencia de los demás con 60 años de carrera y 80 millones de discos vendidos, Vicente Fernández nunca perdió la voz. Y tiene razón, la dejó intacta. Por eso los grandes no mueren.

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