OPINIÓN

La distancia adecuada

Leviatán

Columna de TribunaCréditos: TRIBUNA
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El quehacer de los gobiernos se mal entiende tanto desde la concepción hasta el ejercicio del poder; los gobernados creen que este ente tiene facultades absolutas para solventar cualquier situación y que todo lo que acontece en el día a día debe solucionarse desde la burocracia, al tiempo de que los funcionarios asumen que su rol nace preponderantemente para ejercer un poder absoluto.

  Se olvida, entonces, que el papel real de un gobierno es administrar. Un simple administrador de las instituciones del Estado con el fin de ponerlas a disposición de la ciudadanía, misma que debe crecer y robustecerse a partir del usufructo del esquema gubernamental. Ergo, no se trata de que el Estado, ni mucho menos poderes políticos, crezcan a destajo, sino de que construyan políticas públicas que mejoren tanto al entorno como a las condiciones de vida del pueblo.

  Por tanto, pensar que un aspirante a un cargo de elección popular sea la panacea es tan absurdo como corto de miras. Un alcalde, gobernador o presidente de la república, no pasa de ser un gestor con tiempo de caducidad, que requiere habilidades muy puntuales para llevar a buen puerto a una administración.

  Y ahí está la trampa de la democracia, que nos determina que debemos elegir a un hombre o mujer para encabezar un barco que construimos no sólo con el esfuerzo cotidiano, sino con un ejercicio ciudadano constante; porque el problema estriba en que no sólo lo ponemos a los mandos, sino que le entregamos las llaves del navío desentendiéndonos de buena parte de las obligaciones inherentes a ser ciudadanos.

  Entonces, resulta indispensable que si queremos certeza en el futuro comencemos a plantear una distancia adecuada entre los políticos y los ciudadanos, viendo a los primeros como sujetos intercambiables obligados a responder a necesidades y exigencias, a directrices sociales construidas en base a requerimientos básicos, que al final de su gestión regresarán a las filas de la sociedad y otros le suplirán en el poder.

  La profesionalización de la política y de los gobiernos depende de ello. Si continuamos con el pensamiento de que a las instituciones o a la política misma las construyen un puñado de poderosos cuya ambición no es servir sino detentar el poder para alimentar su ego, seguiremos bajo el yugo de personajes de mirada corta e incapacidad tangible.

  Claro que, al mismo tiempo, cada uno debe asumir su propio rol, involucrarse en los qué a través de los cómo… y no es sencillo, pues la costumbre de dejarse llevar, de que prepondere la inconsciencia se encuentra sumamente arraigada.

  Llegó la hora de despertar y construir distancias.