OPINIÓN

El Pato de Lucas y la dignidad

La Tertulia Polaca

Aarón Tapia, columnistaCréditos: Tribuna
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Las grandes culturas que fueron la cuna de nuestra sociedad, en política (Grecia) o en Derecho (Roma), en su época de esplendor, como la democracia ateniense o los momentos más gloriosos de la República Romana defendieron con vigor que sin dignidad no es posible la política. Sin dignidad, hacerse de una responsabilidad pública, no se puede ser un buen político. La dignidad es una condición mínima para ejercer la política, no suficiente, pero si imprescindible. Al igual que a otra de las características que deberían definir su práctica; la capacidad de hacer cosas extraordinarias. Si la política fuese tan solo la gestión ordinaria de lo público, qué necesidad tendríamos de ella, y de políticos que la ejercieran.

Sin duda Ernesto ‘El Pato’ de Lucas una y otra vez, ha sabido reponerse de algunas derrotas dolorosas y de muchas situaciones adversas y de alguna u otra manera ha sabido reinventarse para haber seguido siendo una pieza fundamental en el engranaje priísta, no han sido pocas las ocasiones en que el priísmo sonorense ha tenido que recurrir a su operación política, llena de artimañas (como buen priísta), pero la gran mayoría de las encomiendas las ha cumplido eficientemente.

Pero hoy, le sobran razones para dejar al PRI y analizar el incursionar en otras ofertas partidistas en la entidad para la elección del 6 de junio. Hay un desdén a su carrera política bajo el interés de que no siga avanzando este 2021 (a pesar de ser el mejor posicionado en las encuestas para ganar la alcaldía de Hermosillo) y así pulverizarle toda intención de participación electoral de cara al 2024.

Presumiblemente existe todo un andamiaje conspirativo orquestado desde el interior del equipo de operadores electorales de Ernesto Gándara y una evidente timorata o indiferente contemplación desde Palacio de Gobierno (estatal) y del propio candidato a gobernador por la alianza del PRI, PAN y PRD. Todo apunta que las principales cabecillas de esta andanada son Guillermo Silva y Rodolfo Gómez, tal vez por resentimientos no saneados desde aquel 2009 cuando Gándara pretendía la candidatura del PRI para gobernador, De Lucas después de haber sido también presidente estatal del PRI (2006-2008) y antes de ir como candidato a una diputación federal, fue el coordinador de un movimiento ciudadano en pro de Alfonso Elías Serrano, quien a la postre resultaría ser el candidato a gobernador por el PRI. En esa contienda se pudo apreciar toda una operación estructurada con todo el peso del Gobierno del Estado en favor de Elías Serrano.

Ernesto de Lucas fue parte importante en esa operación y desde entonces no había tenido la mejor relación con el ‘Borrego’ Gándara y su equipo que hoy le cobran la factura de ese 2009. Es una facturación visceral, sin objetividad y con un altísimo impuesto del riesgo que podrían pagar esos operadores con cargo a Ernesto Gándara, ¿habrán calculado el daño electoral que les significaría la renuncia del presidente del partido de dónde emana el candidato a gobernador por esa alianza y su incorporación al proyecto electoral de uno de los rivales de Gándara?

Se equivocan al minimizar las conexiones que Ernesto de Lucas tiene en grupos de alto poder político de distintos partidos y social en Sonora, ha sido poco valorado y ninguneado los últimos 3 años por las cúpulas del propio partido que él preside, al grado de verse en la necesidad (como presidente del PRI) estos 2 años financiar a un partido en el poder y en el que su estatuto señala que todo funcionario público emanado de esa institución política, deberá aportar el 10% de su sueldo, lo cual significaría que no tendría por qué encontrarse en la constante escasez de recursos humanos y financieros; sin embargo, esas aportaciones nunca han llegado a las arcas del partido en este periodo, porque el Gobierno del Estado ha sido omiso en la recaudación de las aportaciones.

No debe ser fácil estos momentos para Ernesto de Lucas, sobre todo cuando lo que debe estar valorando es si continúa en un partido en dónde nació y se desarrolló políticamente, pero también en dónde solo ha recibido agravios los últimos 3 años o si opta por seguir avanzando en cualquiera de los dos partidos donde los ofrecimientos han sido bastante generosos, y quitándose la losa que representa el PRI para su carrera política.

En política, como en la vida, hay que saber llegar, estar, e irse cuando llega el momento, y siempre llega, por mucho que como niños enrabietados algunos políticos que ni supieron estar, ni irse, se nieguen. Ese saber estar e irse se llama dignidad. Un término que etimológicamente procede de la palabra latina dignitas; ser digno, de merecer. La dignidad, que para Kant no está en venta, es algo que no tiene precio, que tiene un valor interior, no se puede comprar ni vender, por mucho que esos depredadores de la corrupción siempre la tienten. La dignidad se tiene o no se tiene.