OPINION

¿A qué pasado apelan los sectores conservadores?

Observatorio Urbanos

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Difícilmente las sociedades pueden sustraerse de las relaciones con el pasado. Hay sectores dentro de las mismas que, de acuerdo con su origen identitario (étnico, social, cultural, político, religioso, etcétera), establecen una forma de entender el mundo y cómo debe ser éste, de manera consciente o no. Desde luego, en el devenir histórico las visiones no son totalmente homogéneas, aunque mantienen un grado de cohesión, según las circunstancias. A veces con resistencia al cambio, a veces con apertura a los consensos.

Hoy en día, cuando se habla de conservadores y liberales (o progresistas) en las discusiones que forman parte de la opinión pública, puede uno imaginar aquellos que vivieron en el siglo XIX y que tampoco se sustraían del pasado, el colonial, el previo a la llegada de los españoles, o el más inmediato que inauguraba la vida política independiente en México. Por un lado y con sus matices, los primeros se aferraban a la tradición, al legado que dejó la vida colonial en el país, al grado de que en plena vida republicana tramaban la llegada de un monarca europeo, entre otros aspectos. Por otro lado, los liberales pensaban en el desmantelamiento del legado colonial, en separar el universo religioso del público, por mencionar uno de los cambios más significativos.

La defensa enconada de varios temas de la agenda pública que hoy mantienen sectores conservadores remite a experiencias del pasado que los mismos sectores no explícitan o bien no fundamentan como argumentos históricos. Bien porque les resulta difícil inventar la tradición o porque dan por sentado que lo “natural” siempre ha sido así.

Tal es el caso de la llamada “familia natural”, una construcción carente de historicidad y tardía en términos cronométricos, ya que omite las transformaciones históricas que dicha institución ha sufrido por la adhesión o pérdida de miembros consanguíneos o no, por las condiciones de vida y de trabajo o por los contextos sociales y políticos.

En todo caso, la dificultad de los sectores conservadores radica en que uno de sus argumentos se basa en un legado inmaterial, es decir, de aquellos que no se rastrean por los hechos, sino por los símbolos y las tradiciones. Además, son más durables en el tiempo y sus cambios se registran en lo que el historiador Fernand Braudel denominó larga duración.

El matrimonio, entendido como una institución normada por la Iglesia y cuyo fin es la procreación y la reproducción de valores cristianos, forma parte de ese legado. Lo cierto es que, en la arena de lo político, las consignas se encuentran desfasadas de una cultura jurídica que aspira al reconocimiento de derechos, a la diversidad y la justicia en términos retributivos y distributivos. En tal contexto de complejidad, resulta necesario voltear el pasado, hacer las preguntas pertinentes y observar en el presente para realizar el viaje a ese país lejano.

Fuente: David Contreras