OPINION

Guaymas y su narrativa: Los personajes

Bulmaro Pacheco, columnistaCréditos: TRIBUNA
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Guaymas como pueblo, es un permanente estímulo a la imaginación y a la escritura: Su historia, cultura, paisajes, calles, panteones, mercados, edificios, lugares públicos y, sobre todo, sus personajes.

No solo es conocido Guaymas por la invasión de aventureros franceses del siglo XIX, o las batallas de los revolucionarios contra el Gobierno de Victoriano Huerta, los tres presidentes que le dio a México y los gobernadores que le ha dado a Sonora —Los Elías Calles, Maytorena, De la Huerta, Rodríguez— y también educadores, músicos, comediantes, poetas, escritores, empresarios, presidentes municipales, personajes excéntricos, innumerables casos de la cultura del esfuerzo y otros más.

Incluye personajes como Jesús Manuel “El Güero Donas” Monreal Espinoza, que aunque nació en Cajeme un 16 de diciembre de 1950, por eventualidades de la vida familiar llegó al puerto en 1962. Empezó a trabajar a los 8 años en Obregón, vendiendo jícamas y naranjas con chile en una casa de madera ubicada en 6 de Abril y callejón Quintana Roo, en la colonia Hidalgo.

Su madre María Asunción y su padre Vicente Monreal Moreno, panadero en Cajeme, se separan, y Jesús, el mayor de 8 hijos, con su madre y siete hermanos se trasladan al puerto. Ahí aplica “El Güero” la enseñanza paterna en panadería para elaborar las donas.

La dona en Guaymas no era popular dice. Monreal iba a Tucson y allá buscaba donas. En parte… de allá importó la idea.

Lo primero que hizo, dice, fue comprar en la antigua Farmacia León latas de alcohol vacías —que usaba como braceros— y un sartén donde solo cabían 4 donas —hacía 100—, que a las 6 de la mañana ya estaban a la venta a las afueras del Palacio Municipal. “Me tenía que levantar a las 3 de la mañana para que alcanzara el tiempo. Llegamos a elaborar 200 donas al día, que vendíamos a peso, en grandes charolas de aluminio. El negocio evolucionó cuando cambiamos la lata de alcohol por una estufa de petróleo de dos quemadores y le agregamos ya dos sartenes; y se dobló la producción de cuatro a ocho donas (de 125 a 130) por etapa”.

Recuerda la fórmula: “Harina Sansón, manteca Inca, azúcar glass, agua, vainilla, papa molida y levadura. 80 gramos de azúcar y 80 donas por kilo de harina. El cocimiento a 170 grados”. Sabe lo que dice.

Hizo muy buena relación con los presidentes municipales, sobre todo con José Bernal Martínez (a) El Mocho, Óscar Ruiz Almeida, y Gaspar Zaragoza, a tal grado que Doña Elsa Gaxiola, esposa de Gaspar le compraba —de su propia bolsa—100 donas diarias para el DIF y a veces con chocolate agregado para los desayunos escolares. Afirma.

Con mucho trabajo completó hasta el segundo año de primaria, que terminaría como oyente en el Colegio Navarrete, de donde recuerda a uno de sus mejores amigos de entonces: “El Rudy” Zaragoza, hijo de Gaspar.

“El Güero” con el tiempo avanzó: A su madre María Asunción le instaló una tienda de abarrotes (Abarrotes Paty) en la 25 y Avenida 18. Creó una panadería ahí cerca en la calzada García López, llamada la Flor de Cajeme. La de su padre se llamaría “La Sin Rival”.

Al mismo tiempo instaló una vitrina con pan para la venta en el Mercado Municipal y compró un triciclo con vitrina para el transporte a largas distancias. Combinaba su oficio con el de empacador —a los 15 años— en el Supermercado Morales (de los Morales y Cubillas, de Agua Prieta) en la 19 y Serdán. Trabajó con la familia Ramírez, de “El Diario”. Carlos Ramírez Márquez, con su hija Sagrario, lo apoyaron y vendió tarjetas de Navidad (en Serdán y calle 20), logrando por años el primer lugar en ventas.

Recuerda que el empresario Alberto Cubillas le ayudó a instalar un negocio de impresiones, elaborando camisetas y letreros para las ofertas del Supermercado Morales.

Óscar Ruiz Almeida, el presidente municipal, le encargó toda la pintura del nuevo estadio de beisbol. Después trabajó en un negocio de tacos al vapor en la colonia Punta Arena. Ahí le pagaban 50 pesos por picar un saco completo de cebolla utilizando un lente de buzo para protegerse y evitar la irritación de los ojos. Recuerda que ahí mismo, después de cortar la cebolla, la curtían y se la echaban a los tacos. Arregló palapas y reinventó andamios. Aprendió pintura con Román Macías.

Conoció a Juventino Zatarain, gerente de la Cervecería Cuauhtémoc en Guaymas. Fernando Campillo y Manuel Real lo ayudaron para comprar equipo de pintura; Román Macías lo convence y se lo llevan a Mulegé, Santa Rosalía y Loreto a pintar cantinas y restaurantes que consumían la cerveza Carta Blanca.

Se relacionó con el “Trovador del campo” Luis Pérez Meza en sus actuaciones a nivel regional. Después haría amistad también con Antonio Aguilar y aprovechaba los espectáculos para vender de todo lo que se podía, entre refrescos, comida y recuerdos. Mucha capacidad para relacionarse. “Nunca le tuve miedo a nada, menos a la gente”, dice.

“No me considero rico materialmente —confiesa— pero sí es cierto que desde los 12 años empecé a ganar dinero. Me ha alcanzado lo ganado para cubrir mis necesidades”. “Con esos trabajos y lo que con el tiempo gané, me alcanzó para darle estudio a cuatro hermanos y una hermana”.

Llegó a producir 1200 donas diarias modernizando la tecnología: “Vendía diario 300 en Transportes del Pacífico, 200 en El Lucerito y nos ampliamos a Ferrocarriles, Los Arrieros y hasta Los Pocitos”, concluye.

Se casó con Norma Elvia Estrada Molina a los 24 años; ella tenía 16. “Con altibajos y todo, la hemos llevado bien”. Ahora tiene cuatro hijos y dos nietos. Llevan 46 años y todavía unidos, confirma.

“Los hijos se han hecho en el trabajo y la responsabilidad, van muy bien y ya manejan sus propios negocios; de restaurantes y compra de carros en El Paraje uno, el otro encargado de Trabis, empresa de construcción y desarrollo —Monreal socio de la empresa—, que tiene su sede en Hermosillo. Sus hijos eligieron dedicarse a los negocios.

Todos con mucho respeto en la casa y piensa “les ha dado lo que ha podido sin presionarlos ni echarlos a perder tratando de resolverles la vida sin merecerlo. Mucha educación, mucha salud sobre todo”. Dice.

Afirma: “Desde muy joven me dio mucho temor la pobreza, e hice todo para no sufrirla ni experimentarla en carne propia”. Por eso los varios oficios, la diversidad de empleos y las iniciativas para generar ingresos sin temor a la crítica ni al qué dirán por andar vendiendo en la calle, en bicicleta o triciclo. Nunca con envidias. “Pienso que si trabajas honradamente hay lugar y oportunidades para todos”, afirma. Y subraya: “Sí, con respeto a quienes me ayudaron e impulsaron y nunca odiar a alguien porque no te ayudó o porque te negó lo elemental”, Nada de amarguras dice. “Pienso que nunca fui pobre. El mismo dinero que ganaba me jalaba para buscar más ingresos… y tratar de vivir mejor”, dice. ¿Enfermedades? “En toda mi vida solo una cirugía por apendicitis”, y ¿problemas? “Solo una estancia de 6 meses en la cárcel por un asunto penal que al final se aclaró”. Horacio Valenzuela, el abogado, entendió el problema y ayudó en la causa. En la cárcel también puso su propia empresa: Vendió cigarros Delicados y comida, 10 cajas diarias de sodas, prestaba dinero y promovía el futbol y beisbol entre los presos allá, en la nueva cárcel de Guaymas Norte.

Ningún odio, ningún rencor hacia nadie. Cumplí estrictamente con la disciplina interna. “Para mí la cárcel fue un aprendizaje que me ayudó a conocer mejor la condición humana, y ayudé a muchos a lograr su libertad, sobre todo aquellos que ya habían cumplido sus condenas y no sabían que ya eran libres ¡porque nunca tuvieron para pagar un abogado!”, dice.

Tiene propiedades, genera empleos y se dedica ahora a negocios inmobiliarios, donde están también sus hijos. Tiene terrenos y edificios, y próximamente construirá 80 viviendas por rumbos de Miramar.

Ha vivido con dignidad, dice. Nadie podrá reclamar algo negativo de mi parte. También le gusta lo bueno, dice, como la comida mexicana que hace su amigo Jesús Cambustón, lo dice con satisfacción. Con Octavio Llano Zaragoza mantiene una relación de amistad y negocios de mucha confianza. “Mucha gente lo critica por haberse asociado conmigo, o yo con él. ¿Qué le ves al Güero?, le han preguntado con sorna. No entienden que hablando se entiende la gente y en eso no tenemos ningún problema. Con Tavo coinciden la amistad y el negocio porque nos hablamos derecho”, y dice: “Doña Lupita Zaragoza, madre de los Llano, me quería mucho porque me conoció muy servicial en Construcciones de Guaymas. Fue mi mejor aval en la relación con sus hijos”.

Su madre Asunción, —que fumaba cinco cajas de cigarros al día—, murió en 2001. Su padre murió en 2016. “Nunca te repones de la falta de la madre, dice con una mirada todavía triste.

¿Cómo quisieras que te recordaran Güero? “Como alegre, trabajador, retador de la vida y con muchos favores a la gente pobre. Ha donado muchas cosas, si sigo trabajando como hasta ahora y cuido mi salud, tengo para vivir el resto de mi vida, hoy a los 70 y seis meses, sigo sin arrepentirme de nada y sin amarguras”.

Se despide mostrando una credencial de asesor de Catastro del Ayuntamiento de Guaymas de la época de Clausen y otra de supervisor general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (2009)… “Para que veas que también le he servido al Gobierno, sin ser corrupto, ni flojo”. Genio y figura.

bulmarop@gmail.com