OPINION

De consultas e imposiciones

Leviatán

Columna de César TovarCréditos: TRIBUNA
Escrito en OPINIÓN el

Fue cierto, el domingo primero de mes el país vivió un momento histórico al ser parte de un modelo de democracia participativa a través de la Consulta popular; si bien todo ocurrió bajo estándares poco sofisticados perfumados de austeridad, que el ciudadano tuviera la posibilidad de inferir en la actividad política es suficiente motivo de celebración, algo peleado durante décadas por mexicanos valiosos y comprometidos.

Evidentemente la Consulta era comercialmente vendible como una herramienta para llevar a los expresidentes a la cárcel, pero en los hechos significaba la posibilidad de establecer comisiones de la verdad que permitieran escudriñar los hechos y encontrar no sólo culpables, sino explicaciones y resultados de las afrentas del sistema político hacia los ciudadanos. Y vaya que los mexicanos sufrimos varios atropellos a lo largo de la historia.

El detalle está en que el ejercicio no bastó para brindar a la sociedad mexicana la certeza de que, con su participación, el aparato gubernamental o de justicia pueden cambiar la cara de un sistema que suele llevar muertos en el portaequipaje. La que tendría que ser una herramienta poderosa y éticamente incuestionable acabó de la peor forma: como un mecanismo para hacerle el caldo gordo al presidente y a sus fieles.

 Y es que, para el lamento popular, el ejercicio del domingo distanció más a los dos polos nacionales: por un lado, quedaron los que vitorearon que únicamente 7 millones de personas votaran, considerando a la Consulta como un rotundo fracaso, mientras que por el otro se mantuvieron los incondicionales del presidente López Obrador, que le aplauden hasta si bosteza, asegurando que la 4T, de nuevo, rompió el paradigma y pasó a la historia.

El problema radica en que todo acabó como inició: sin un diálogo transversal que permitiera obtener lo positivo del mecanismo, más allá de filias y fobias, incluso de resultados, poner por primera vez en el centro del debate a las víctimas de las atrocidades, quienes al final del día son olvidadas por tirios y troyanos, por uno y por otro lado de una balanza sin fiel.

Duele reconocer que el presidente no cumplirá con sus promesas de campaña (por ejemplo, establecer de facto comisiones de la verdad), pues el pacto de impunidad que realizó es mucho más fuerte que su impulso de justicia, mismo con el que supo convencer a millones de votar por él, creyéndole que sería quien de una vez por todas asegurase el camino a la justicia y, por supuesto, acabara con la impunidad.

Al tiempo preocupa que la oposición sea tan mezquina y pase la vida viéndose el ombligo, sin modificar su agenda en razón del interés común y con el fin de ganar adeptos para el próximo proceso electoral. Se limita a criticar y a burlarse de los resultados de una consulta, sin analizar siquiera que éste no habría variado sin ellos: en resumen, no captan que no pintan en la toma de decisiones ciudadanas.

Lo cierto es que mientras unos magnifican y los otros minimizan, la Consulta pinta para ser utilizada con dos fines ruines: menoscabar al INE y usarla como caldo de cultivo para la revocación de mandato el próximo año, todo como primer plato de un banquete llamado 2024.

Todo se trató de imposiciones, no de justicia, como lo aseguraban los morenistas, sino de cómo imponer una idea, un modelo que confirmara lo que en sus retorcidas mentes creen cabalmente: los buenos son los que a todo dicen que sí, a nada dicen que no, por más que en juego se encuentre el destino del país.

En uno de sus más maquiavélicos movimientos, López Obrador, Morena mediante, allana el camino hacia el uso indiscriminado de las consultas: que el pueblo decida lo crucial, mientras yo rechazo ponerme a favor o en contra… incluso si está en juego una revocación de mandato y, ya encarrilados, ¿una reelección?