OPINIÓN

Ayer, Noroña Fernández a Carlos Marín: sin duda fue una sopa de su propio chocolate

Rumbos

Mario Rivas, columnista.
Por
Escrito en OPINIÓN el

MACARIO SCHETTINO, es un periodista y escritor de quien las mejores referencias como tales — periodista y escritor— las tuve cuando leí una semblanza escrita por él acerca de su admirado amigo MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA.

A este episodio le ha llovido.

Pero a su exposición de lealtad humana, el tiempo no le causa ni demérito ni degradación.

Por esos días, meses, incluso años, el cáncer de Granados Chapa iba ya en su etapa más avanzada. En ese tiempo, RICARDO ROCHA conducía un programa de análisis en un canal por cable. Además de Rocha y MAGCH, había otros participantes cuyos nombres se me escapan.

En los últimos meses de su existencia, ya se percibía el deterioro en la salud de Granados. Su voz se iba perdiendo en la nada. Era cada vez más queda. Apenas perceptible.

Era un hombre de gran orgullo personal. Rechazaba que se hablara de su enfermedad. Odiaba las preguntas. Pero sobre todo —y así se lo hizo saber a un amigo íntimo antes de morir— temía descubrir que se estaba quedando sin amigos.

(Un amigo de él, narró la siguiente historia: en una ocasión fue a visitarlo a su pequeño departamento donde vivía solo, el entonces secretario de Seguridad de la capital de la República, JAVIER GARCÍA PANIAGUA. El hijo del legendario general MARCELINO GARCÍA BARRAGÁN, se percató que este enorme periodista carecía de un televisor en su casa. Al día siguiente llegó una camioneta de la que bajaron artefactos electrodomésticos incluyendo un moderno televisor, y por la tarde el comunicador se dio cuenta del “regalazo”. De inmediato lo regresó a su destino a bordo de un taxi de redilas. Su amigo cuenta que el señor García Paniagua estuvo muy resentido con él durante algún tiempo. Y es que don Javier, aunque con fama de honesto, venía del viejo sistema político mexicano y no concebía que un periodista fuera capaz de un rasgo como el de Granados).

Personajes como el de esta historia, no faltan pero tampoco sobran. En realidad, dos que tres que yo he conocido, vivieron en un constante lucha interior, sin saber a ciencia cierta cuál sería el camino final que deberían de caminar antes del último tramo.

Quizás Miguel Ángel Granados era uno de esos hombres que se asumía a sí mismo como un ser humano mucho más valioso que cualquiera de esos políticos que vivían pensando que todo mundo estaba obligado a colmarlos de regalos y, por qué no, de dinero.

No lo sé porque a fin de cuentas, nunca lo entendí.

Y es que a veces es mucho más fácil decirse a sí mismo que se es pobre que pasarse la vida aparentando lo que no se es.

Otro gran hombre inmerso con frecuencia en una lucha de sensaciones encontradas, fue JULIO SCHERER GARCÍA. Gigante entre los gigantes del periodismo, don Julio se atrevió a abrir una rendija de su intimidad cuando una lujosa Suburban último modelo, apareció una mañana en su casa, cuando aún vivía Susana, su esposa.

¡Se la había mandado a regalar CARLOS HANK GONZÁLEZ!

El profesor, generoso y sutil en su generosidad, se sentía bien con la definición con que su amigo JOSÉ LÓPEZ PORTILLO, lo había bautizado: “He vivido gracias a la generosidad de mis amigos”, había exclamado JLP, en el paroxismo de su imposible justificación.

Don Julio Scherer había sucumbido en una primera vez a la tentación de una camioneta familiar. La presión de los hijos por un momento lo había hecho caer. Pero se levantó y, dos días después, mandó la preciada Suburban a la residencia de su dueño, con una tarjeta de agradecimiento.

Don Julio no se quería ir sin expiar esa culpa, que en realidad no la había ni tenía por qué haberla, considerando que Scherer García se mantuvo entre la ingratitud y la honestidad. Y entre ambos sentimientos, se quedó con la honestidad.

Scherer tuvo todavía un poco más de tiempo para arrepentirse de ser como era. Y entre todas esas cosas, el ser pobre.

En su libro “Secuestrados, relata varios secuestros, entre ellos, el de su hijo JULIO SCHERER IBARRA. El monto del rescate, ascendía a 300 mil pesos al filo del amanecer.

Con angustia, don Julio y sus más cercanos familiares, concluyeron que en casa solo había 4 mil pesos en efectivo. Faltaban 296 mil pesos. A partir de ese momento, se llevó a cabo una carrera entre las horas. 10 mil de allá, 18 mil de más allá; 5 mil de la comadre. Y, cuando la hora límite se aproximaba, otra vez don Julio y su cercanía con el poder. El grande. El de adeveras. El político. El económico. Y él, don Julio, en el centro de la indecisión. En esos instantes, se dejaban atrás las convicciones y abría la puerta al pragmatismo: CARLOS SLIM HELÚ. “Aquí en casa hay un poco más de 22 mil pesos. Hablaré con algunos amigos a ver cuanto pueden juntar en efectivo en una hora. Y si falta, lo haremos”, se oyó la voz del poder económico.

Así vivió y así murió don Julio Scherer García.

Como sea, MACARIO SCHETTINO, ha sabido vivir su propia existencia periodística sin tantas batallas épicas en sus interioridades. No se excede ni se achica.

Vive con la dignidad de quien está en paz consigo mismo. De quien sabe que la vida nada le debe a él ni él a la vida. Vivir intensamente la vida no es un pecado.

Tengo, para mí, que mayor es el pecado del arrepentimiento tardío.

Don Julio vaciló un par de días ante el esplendor de la seductora Suburban último modelo. Miguel Ángel Granados Chapa, no vaciló ni un minuto en tomar la decisión de regresar la tele y otros aparatos eléctricos.

¿Quién vivió en armonía con sus principios en estos dos casos?

Me parece que el que tomó decisiones rápidas.

Así es la vida.

En fin.

DE AQUÍ, DE ALLÁ Y DE MÁS ALLÁ

DÉJEME DECIRLO: TENGO UN AMIGO al que aprecio mucho. Es un buen ser humano, sencillo en su trato, humilde en sus hábitos, buen profesionista, entrañable con quienes ha transitado un largo trecho en los andares de la vida…

Se llama ALEJANDRO BELTRÁN, es un ingeniero civil y fui amigo de su señor padre, don LUIS BELTRÁN URÍAS…

En alguna ocasión y a propósito de la celebración de un aniversario más de la generación de los egresados de la secundaria, me invitó a pasar un rato con sus excompañeros…

En esa vez fue en un domicilio de la colonia Benito Juárez, hoy, ha sido en una fonda de Cócorit, un desayuno típico, café de talega, chiltepines verdes y, bueno, todas esas cosas…

Alejandro sabe muy bien que me están prohibidos algunos alimentos y productos como el café y el picante…

Lástima por mí…

Beltrán es un señor envidiable. Ha recorrido el país, desde Sonora hasta el sureste mexicano, trabajando en la construcción de obra pública, y en cada lugar ha disfrutado de la típica cocina mexicana…

Alejandro conoce los sabores de la cocina y los olores de la comida…

En el desayuno, estuvieron FERNANDO LÓPEZ NAVARRO, ROSSY LÓPEZ, AÍDA LUZ ÁLVAREZ, JUAN PEDRO LÓPEZ, CARLOS DÓRAME ARÉVALO, DOMY HERNÁNDEZ, y naturalmente, el ingeniero ALEJANDRO BELTRÁN…

¡Larga vida para ellos!...

¡Y AGÁRRATE, GENOVEVA, QUÉ VAMOS A GALOPAR! Quiero compartir con mis dos que tres lectores, una muy desagradable sensación que como periodista me ha tocado en suerte haber experimentado: ver y escuchar una entrevista que el periodista CARLOS MARÍN, le hizo al diputado federal GERARDO NOROÑA FERNÁNDEZ…

CREO QUE USTED Y YO hemos tenido la suerte —para bien o para mal— de ver el trabajo de Marín y el de Noroña…

¿Cuál de los dos le parece a usted más ruin, cual de los dos es más patán, más canalla…?...

Yo no sabría decirlo…

Lo que ayer vi y escuché, fue un pleito entre gente vil…

Es todo.

Le abrazo.

m.rivastribuna@gmail.com