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Madres Rastreadoras de Sonora: cuando el amor es más grande que el miedo

TRIBUNA acompañó a las Madres Rastreadoras de Sonora a una búsqueda en San Pedro mejor conocido como ‘El Saucito’ en Hermosillo, ellas cuentan el calvario en el que se ha convertido su vida , comentan que salen a buscarlos porque el amor es más grande que su miedo

Madres buscadoras de Sonora en búsqueda en San Pedro Créditos: Manuel Castro
Escrito en SONORA el

Hermosillo, Sonora.- “Lo peor que te puede pasar es que lo desaparezcan y ya sucedió”, asegura Blanca, quien hace poco más de dos meses, a raíz de la desaparición de su esposo, se unió a Madres Buscadoras de Sonora. Uno de los 70 colectivos de buscadoras, rastreadoras y guerreras que existen en México, mujeres que fueron arrastradas por la vida a tomar palas y picos para salir a buscar los vestigios de sus “tesoros”.  

El fenómeno de la desaparición forzada se ha convertido en una crisis humanitaria en Sonora que diariamente se agrava, poco o nada ha podido hacer el sistema de justicia impune y rebasado, que en lugar de apoyar revictimiza a los familiares. Para las autoridades, las personas desaparecidas se convierten en una carpeta más. Con mil 222 desaparecidos en 2020 de acuerdo con los datos de la Secretaría de Gobernación, el estado ocupa el tercer lugar entre los primeros diez con más casos. 

Madres Rastreadoras de Sonora en búsqueda en San Pedro 

Pero desaparecer es mucho peor que morir, el problema va más allá de vivir o no. Ellos están en el limbo y sus familias sufre daños colaterales. Esto lo comprendió muy bien Cecilia Patricia Flores Armenta, líder de las Madres Buscadoras de Sonora, quien tras la desaparición de sus dos hijos Alejandro y Marco, lo perdió todo en su vida, incluso a su familia.

Porque desde que se llevaron a mi hijo estoy muerta en vida y en ese momento mi vida se acabó, perdí a mi pareja, perdí a mis hijos y perdí a mi familia porque me di cuenta que todos querían estar conmigo por lo que tenía, nunca tuve quien me apoyara”, recuerda.  

Cecilia Patricia está acompañada por más de 400 mujeres en todo Sonora, unidas por el mismo dolor, han forjado un vínculo especial. Cada búsqueda es un momento único donde a veces se ríe pero también se llora. Desde su creación el 4 de mayo de 2019 el colectivo ha localizado restos y cuerpos de más de 200 personas, pero tienen en fichas de búsqueda a más de mil 101. Mismo caso el de las Buscadoras por la Paz quien desde su formación en mayo, a noviembre de este año han encontrado más de 50 restos humanos solo en la capital. 

Las prendas sirven como indicios

Sin preparación o estudios van por cada monte con una varilla en mano y excavan hasta encontrar algún indicio. Pedazos de prendas, zapatos o alguna pulsera se convierten en hallazgos valiosos que se traducen en paz. Las manos de estas forenses sin título se comparan con las herramientas de los peritos, con el paso del tiempo han aprendido a sacar los restos sin dañarlos e identificar si hay cuerpo o no solo por el olor de la tierra. La voluntad de encontrar a sus “corazones” no deja tiempo para nada más, incluso no hay oportunidad para sentir dolor, “pienso que si no salgo a buscar un día, es un día perdido, un día que pude haber encontrado a mi hijo”, afirma Cecilia Patricia.

La desaparición de su familiar les ha dejado una herida abierta que soportan en un largo camino de resiliencia. TRIBUNA acompañó a Madres Buscadoras de Sonora a una búsqueda en San Pedro mejor conocido como ‘El Saucito’ en Hermosillo donde encontraron restos de una osamenta. Ellas, afirman que salen a buscar por amor, “nos han quitado tanto, que ya nos quitaron el miedo”. 

  • “Era la mujer más feliz del mundo y lo perdí todo"
Cecilia Armenta busca a sus dos "tesoros"; como madre no busca justicia ni venganza solo paz

Toda historia tiene un comienzo, el de Mujeres Buscadoras en Sonora, empieza con Cecilia Patricia Flores Armenta, quien a raíz de la desaparición de su hijo Marco Antonio el 4 de marzo de 2019 en Bahía de Kino decidió dejar atrás el miedo y salir a buscarlo. Pero el dolor que carga Cecilia viene desde tiempo atrás, en 2015 su hijo Guadalupe Alejandro fue desaparecido en Los Mochis, Sinaloa. Una semana antes del hecho Cecilia había dicho que se sentía la mujer más feliz del mundo, pronto la vida le dio un golpe.  Cecilia recuerda que antes de irse de casa su hijo le había enseñado una canción de los ‘Traviesos de la Sierra’ esa sería la última vez que lo viera, tiempo más tarde se oyeron balazos y el resto fue historia. “Yo sé que Alejandro entiende, que buscó a Marco primero, pues como su desaparición está más reciente es a él a quién puedo encontrar más fácil”. 

Su camino ha sido en soledad, cuando Alejandro desapareció, Cecilia perdió su matrimonio, tiempo después cuando se llevaron a Marco su familia perdió el contacto con ella. “Desde que se llevaron a mi hijo estoy muerta en vida y en ese momento mi vida se acabó, perdí a mi pareja, perdí a mis hijos y perdí a mi familia porque me di cuenta que todos querían estar conmigo por lo que tenía”.

Al igual que las otras madres en busca de sus hijos, el reclamo de Cecilia es fuerte hacia las autoridades del estado, quienes en lugar de apoyarlas, les dificultan el trabajo, “en el colectivo he encontrado la comprensión, el apoyo que necesitamos, que no encontramos en otra parte, ni en nuestra familia, ni de parte del estado. Ellos se enojan por la labor que realizamos y su molestia es que estamos haciendo su trabajo, yo les he señalado que si yo no busco a mis hijos, ellos no lo van a hacer, porque ellos no tienen dos sillas vacías en su casa como en la mía”. Pese a todo el dolor Cecilia trata de mantenerse fuerte, tiene claro que un día que no salga a buscar es para ella un día perdido. “Yo me pongo en el lugar de la madre, es un sufrimiento que no le deseo ni a mi peor enemigo, pienso que si no voy un día es un día perdido, un día que pude haber encontrado a mi hijo”. 

  • El calvario de Chita: primera mujer buscadora en Cajeme
Chita tiene la manta de su hijo en la sala de su casa, por las noches se levanta esperando que llegue. Ni un solo día ha dejado de buscar

Cuando Gilberto Torres Parra desapareció la noche del 17 de julio de 2018, Chita, la primera madre buscadora del municipio de Cajeme, inmediatamente pensó en el verbo buscar, pues a partir de ese día su vida se transformó en una búsqueda incansable para encontrar a su hijo, quien ahora tiene 35 años. Chita compartió los primeros pensamientos que emergieron de sí: “No hallo ni dónde buscarlo. Desde ese momento no supe ni qué hacer. Ya ahí comenzó mi calvario y ahí hasta la fecha”. 

El inicio de las Madres Buscadoras fue marcado por la desaparición del hijo de su líder, quien además es madre de dos mujeres. Tras la noche en que no volvió, Chita recibió la visita de un conocido de su hijo, este fue quien le dijo “que se pusiera a buscarlo”. Empezó a buscar sola a su hijo cuando le dijeron que “tiraban muchachos pa’ la 400, Topete y Bambú”. Después, buscó por medio de su celular grupos de apoyo y fue así como se integró al grupo de las Madres Buscadoras de Guaymas y, a partir de ahí, formaron una red en el municipio de Cajeme.

Hasta la fecha, “las autoridades no le han dado razón de mi hijo”. Aunque reconoce el apoyo que ha recibido por parte de la Agencia Ministerial de Investigación Estatal, ya que fueron ellos quienes la acompañaron cuando estaba ‘sola’ y solo contaba con el apoyo de su familia. Chita hace un llamado a las madres que tienen miedo y no buscan a sus hijos: “No tengan miedo. El miedo más grande era que les avisaran que se lo llevaron y ya lo pasaste ese miedo. 

No queda más que seguirlos buscando. Lo que pasa es que no quieren; no quieren salir a buscarlos. Yo he oído comentarios de que los buscan otras y que nos pagan. A nosotras no nos pagan por buscar a nuestros hijos. Nosotros costeamos los gastos de todo”.  

Compartió que en la red de Madres Buscadoras “lo que le pasa a una lo sentimos todas. Lo sentimos y lo sentimos mucho. Lo mismo que si encontramos un cuerpo. Así como reímos también lloramos y cargamos sufrimiento por los que se acaban de llevar, por los que se llevaron, los que encontramos”.

  • Enedina encontró a su “corazón” pero su dolor sigue 
Enedina porta la camiseta con el rostro de su hijo, pese a encontrarlo su dolor como madre sigue 

En abril de este año, Enedina reportó la desaparición de su hijo Víctor de 34 años en Hermosillo, quien después sería encontrado por ella misma sepultado bajo un domicilio de la colonia San Bosco, “cómo vas a imaginar que debajo del piso de una cocina hay un cuerpo, ¡por Dios!”. Enedina perteneciente a Buscadoras por la Paz relata el  calvario que vivió al encontrar a su hijo pues el trabajo de las autoridades fue deficiente, “en el caso de mi hijo tardaron tres días en sacarlo, lo encontramos casi a las 6:00 de la tarde del 14 de septiembre y avisamos a las autoridades y sí llegaron al lugar la AMIC y la Policía Municipal, pero nunca llegaron los peritos, hasta otro día a las 6:00 de la tarde. 

En la mañana del siguiente día que llegué yo al lugar andaba un perro jugando con el tenis de mi hijo con el hueso adentro y las autoridades estaban dormidos”. Sin embargo, desde hace tiempo Enedina era ignorad pese al presentimiento que tenía, la Policía nunca la acompañó.

Las autoridades desgraciadamente no te ayudan con nada y como en mi caso si no existiéramos nosotras, si no existiera una líder en mi caso Cecilia Delgado, porque nosotras somos sabuesos, investigadoras, somos todo, nosotras buscamos puntos, ayuda de otras personas, pero no de las autoridades, porque ellos no tienen ayuda para nosotros”.

Aunque ella encontró a su hijo no dejará de salir a buscar, pues a pesar de haber cumplido su promesa y ya no tener que portar la camiseta con el rostro de su hijo sabe que muchas al igual que ella están pasando por el mismo dolor, son madres que solo buscan a su “pedazo”, los desaparecidos son muchos y muy pocos son quienes salen a buscar, “te paras en el monte y lo ves, dices ‘¿cómo es posible que ahí en medio de la nada haya un pedazo de nuestras vidas?’ y es cuando empezamos a bajar herramienta y a buscar. En las búsquedas encontramos muchas cosas y nos preguntamos ‘¿será el mío?’, buscamos una señal que nos dé luz, pero muchas veces encontramos astillas de hueso y si bien nos va una osamenta”.