OPINION

Miguel Angel Félix Gallardo: 32 años después de su arresto, concede entrevista a Telemundo

Rumbos

Mario Rivas, columnistaCréditos: TRIBUNA
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LA REPORTERA DE TELEMUNDO LO ESPERO EN EL AREA de enfermos, a un lado de donde atienden a los heridos en el Penal de Puente Grande, en Guadalajara, Jalisco.

Es la misma cárcel de la que en 2001 se fugó el Chapo JOAQUIN GUZMAN, en un contenedor de ropa sucia. Lleva preso 32 años, desde que, en 1989, recién “entrenado” como Presidente CARLOS SALINAS DE GORTAR, ordenó que lo detuvieran.

Salinas había llegado al poder abrumado por el rechazo de los mexicanos. “La caída del sistema” lo había marcado y CUAUHTEMOC CARDENAS crecía en prestigio. Estaba urgido de un golpe de timón presidencial para ganar respeto o cuando menos darse a temer. Era más fácil lo último que lo primero.

Daría varios golpes en diferentes ángulos. El sector empresarial le temería cuando metiera a la cárcel a algunos empresarios; la clase política, principalmente los partidos de oposición, sabrían de lo que Carlos Salinas era capaz de hacer y el crimen organizado temblaría ante lo que se proponía llevar a cabo en el terreno de los capos del narcotráfico.

Primero fue JOAQUIN HERNANDEZ GALICIA, “La Quina”. Sorpresivamente, fue lo del 10 de enero, apenas 40 días después de su toma de poder, un convoy de militares del Estado Mayor Presidencial, irrumpió en la modesta casa de clase media de la Quina, en Ciudad Madero, Tamaulipas. “Levanto” literalmente de la cama hasta el en ese momento hombre todo poderoso, lo subió a un camión del Ejército que lo llevó al aeropuerto donde en avión Hércules, fue trasladado a la Ciudad de México.

Poco después, el famoso empresario hotelero y editorial, GUILLERMO DE LA PARRA—esposo de YOLANDA VARGAS DULCHE- la escritora de populares revistas de historietas que se vendían por millones—fue detenido en sus lijosas oficinas y llevado a un reclusorio del entonces Distrito Federal, donde permanecería un largo tiempo procesado por diversos delitos, que pudieron ser reales o inventados.

Con Salinas todo podía suceder, pero los mexicanos empezábamos a conocer su estilo personal de gobernar.

También para los banqueros tenía un “guardadito”: EDUARDO LEGARRETA, perteneciente a una importante familia de banqueros, fue arrestado y sometido a proceso.

Desde luego, hasta ese momento el “golpe de timón” presidencial que más había impactado a los ciudadanos, había sido el encarcelamiento de La Quina.

Pero faltaba el narco.

En ese mismo año de 1989, en Guadalajara sería aprehendido en su casa MIGUEL FELIX GALLARDO, el llamado “Capo de Capos”, un apodo que se había ganado a ley.

No por menos encabezaba el Cártel de Guadalajara y bajo su égida se movían personajes como RAFAEL CARO QUINTERO, ERNESTO FONSECA CARRILO, “El Cochi Loco”, El Ceja Güera”, y otros menos conocidos. Aunque en realidad hasta antes de la caída en desgracia del grupo, todos eran poco menos que desconocidos. El nombre de Félix Gallardo era como una leyenda. Muchos hablaban de él pero casi nadie sabía nada de él.

De él, de Félix Gallardo, se decía que era el jefe de todos. Que era protegido del poderoso gobernador de Sinaloa, LEOPOLDO SANCHEZ CELIS, que había terminado su mandato tiempo ha pero del que todavía se decía que tenía un gran poder.

No todo lo que se platicaba de Félix Gallardo era fantasía. En realidad, al dejar la Policía Judicial Federal se había convertido en escolta de Sánchez Célis, de quién se convertiría en compadre, cuando le bautizo a su hijo ROLDOLFO.

Este era, más o menos, el ambiente de chismorreo que rodeaba al Capo de Capos en aquellos años noventas.

Tal vez muy poco de lo que se decía, era verdad. En el Valle de Yaqui sembraba grandes extensiones de algodón, un hermano de él.

Era una persona que se llevaba bien con todos y a quién no se le conocían actividades ilegales.

De hecho, al propio Félix Gallardo no se le conocía nada chueco.

De cuando en cuando Félix Gallardo aparecía en las secciones de sociales de periódicos de Culiacán, en eventos donde también figuraba su compadre, el Gobernador. Es decir, él pasaba por un empresario serio, sin sivicios y distante de la vida social con amigos.

Por eso, cuando había conflictos entre jefes de grupos acudían a él para conciliar entre ellos.

Y así hubiese sido la vida de este personaje si Salinas no hubiese tenido apremio por hacerse de todo el poder que en México debe detentar un presidente de la República.

Hasta ese 1989, todos los años desde que fundó el Cártel de Guadalajara habían transcurrido sin pena y sin gloria, bueno, diría sé que más gloria que con pena.

Félix Gallardo era compadre del comandante federal más poderosos e influyente del salinismo. Se apellidaba González y compartía el poder en esa rama con JAVIER CUELLO TREJO, que había ganado fama como Fiscal de hierro.

Pero aquella mañana MIGUEL ANGEL FELIX GALLARDO, se llevaría una amarga e inolvidable sorpresa: su casa en Guadalajara estaba rodeada de policías federales mientras la puerta principal era derribada y por ella vio entrar a su querido compadre.

Desencajado, Félix Gallardo alcanzó a preguntarle:

“¿Qué pasa compadre?

Y la respuesta del desconocimiento después de la traición:

--¡Qué compadre ni que la Ch…! Y lo derribo de una cachetada.

A lo largo de 32 años, he leído varios libros de escritores que se especializan en temas de seguridad. Les concedo más o menos seriedad y mucho profesionalismo.

No había vuelto a ver una fotografía de él. Ni una entrevista. Solo noticias vagas me llegaban.

Hasta que AZUCENA URESTI, la talentosa y bravía reportera de Milenio, nos hizo el favor de adelantarnos parte de una entrevista que Félix Gallardo concedió a la cadena televisiva del sur de los Estados Unidos.

En ese pedacito de película, me resultó irreconocible aquel esbelto sinaloense nacido en la Comisaria de Culiancancito, en el Municipio de Culiacán, discapacitado por una fractura en un brazo que la pantalla nos estaba presentando.

Sobre su silla de ruedas, lo que quedaba de ese hombre de 75 años, pero con apariencia de tener 85, mostraba la parte derecha de su rostro: “Míreme, perdí un ojo, mire, acá, perdí un oído, por eso le hablo a gritos”, le explicaba a la reportera.

Y luego el estómago:” Me extirparon varias vísceras, no puedo caminar porque me fracturé de este lado.

Mi destino está sellado, no tengo expectativa de vivir.”

¿Su cara?

Solo una mueca.

Un amigo mío, fuente confiable de estos Rumbos, me sorprendió muy gratamente— desde el punto de vista profesional- cuando me hizo llegar una foto real del hombre que yo vi en video. Impecable imagen.

Esto me obligó a posponer la publicación de una fotografía en la que aparecen tres muy queridas amigas mías, que celebran en un restaurant de Ciudad Obregón, el cumpleaños de una de ellas.

¿Cómo se llama el comedero? ¡Ah, sí! El “Mochomos”. O algo así.

Para terminar, caro lector, solo quiero agregar que en los tiempos del Capo de Capos nadie se encontraba en cualquier calle regados los cuerpos que el sicariato deja regados luego de cumplir con la encomienda de ajustar cuentas a los adversarios.

Había orden, el gobierno era respetado por el narco y podía imponer orden entre los grupos criminales.

¿Cuándo se perdió esto? ¿Fue con ERNESTO ZEDILLO? ¿Con VICENTE FOX? ¿Con FELIPE CALDERON? ¿Con ENRIQUE PEÑA NIETO? Pues quién sabe. Pero todo aquello ya no existe.

Es todo.

Le abrazo.

m.rivastribuna@gmail.com